El delito de tráfico de animales en la provincia es combatido por varios organismos, especialmente la Dirección de Recursos Naturales Renovables de la Secretaría de Ambiente.
Es una acción que se viene ejecutando con mucho esfuerzo para preservar la biodiversidad del territorio, el hábitat natural de los animales y evitar el ingreso de especies exóticas. Hablamos de la labor de los inspectores y guardaparques de la repartición del Parque San Martín porque, en ocasiones, el personal logra desbaratar maniobras y acciones perjudiciales para el ambiente, pero no siempre se puede llegar al éxito porque el territorio a cubrir es amplio y, en ocasiones, no se posee la suficiente cantidad de efectivos para actuar en el terreno ni todos los medios mecánicos para desplazamientos.
No es el caso de un operativo que comenzó a trabajarse en febrero pasado y se dio a conocer hace algunos días, con el concurso del Departamento de Fauna de la Dirección de Recursos Naturales Renovables, Gendarmería Nacional, la Brigada de Control Ambiental y la Justicia Federal.
Tras varias investigaciones, se secuestraron 55 taxidermias de animales sin documentación que acreditara origen, armas de grueso calibre y municiones. Todo el procedimiento está ahora en ámbitos de la Justicia Federal para probar la infracción a la ley 22.421 (de conservación de la fauna) y las responsabilidades de las personas sorprendidas en estas actividades.
La taxidermia es un proceso de disecación de animales sin vida, considerando las proporciones del cuerpo del ejemplar, cuyo fin generalmente es científico. Precisamente, ese objetivo no es el que aparentemente se puso en práctica en el caso que comentamos. En cambio, el coleccionista que poseía estas piezas tendría que ver con una posible red de tráfico de fauna, que abastece de estos ejemplares a cotos de caza del país.
Las especies silvestres identificadas en estos operativos son, entre otras, dos tigres de Bengala, considerados en peligro de extinción y protegidos por normas internacionales; osos pardos, un león africano, ciervos axis, jabalíes, un antílope negro, un thar del Himalaya (parecido a una cabra salvaje), un carnero de cuatro cuernos y otro del tipo Dall, y un aguará guazú o lobo de crin, también en peligro de desaparecer. La lista sigue con pumas, ñandúes, pecarí labiado y quimilero, flamenco austral y zorro gris.
Como hemos descripto, existen normas y convenios nacionales e internacionales que prohíben estas prácticas. Sin embargo, hay mucho por hacer en materia de información y participación de actores involucrados en el control y fiscalización de animales autóctonos y también más compromiso en la comunidad, ya que no pocas veces se desconoce el verdadero origen de los animales y el daño que el tráfico ilegal de fauna ocasiona.
Siempre será importante mantener relevamientos de los puntos de venta ilegal de fauna silvestre, diagnósticos sobre las rutas de comercialización y especies más traficadas y sitios que presentan mayor presión de caza. Además, capacitaciones asiduas de los integrantes de los organismos de control y fiscalización.
Ejerciendo la mayor presión sobre los traficantes y cazadores furtivos, podremos mantener nuestra rica biodiversidad en fauna y flora, lo que es esencial para vivir mejor.