Un año de drama ucraniano y de riesgo global

La resolución del conflicto no aparece accesible. Por lo tanto, habrá que desear la aparición de nuevas instancias mediadoras que eviten que una demencial invasión derive en una destrucción de consecuencias imprevisibles.

Un año de drama ucraniano y de riesgo global
Ucrania Guerra

El conflicto bélico provocado por la invasión de Rusia a Ucrania cumple un año. Como toda guerra, con un saldo lamentable de víctimas y daños y con perspectivas muy preocupantes a nivel global.

Recientemente, el presidente ruso, Vladimir Putin, anunció que su país dejará de lado su participación en el acuerdo de desarme nuclear New Start, responsabilizando a Occidente por la guerra y considerando que las principales potencias se preparan, a través del conflicto en Ucrania, para atacar a Rusia. Esta decisión enciende con más fuerza alertas nucleares mundiales y acerca la posibilidad de una escalada que ponga en serio riesgo el destino de muchos países.

Sin duda, se trata de una mirada intencional y muy parcial del mandamás moscovita, ya que los países occidentales, encabezados por Estados Unidos, si bien proveyeron en todo este tiempo a Ucrania del armamento necesario para hacer frente a la invasión, en ningún momento insinuaron una participación directa que hiciera suponer un involucramiento liso y llano contra el país invasor.

Hay que tener en cuenta que la crisis humanitaria por la guerra que ocasionó la invasión de Rusia a Ucrania no deja de crecer. El número de refugiados es lamentable. Se estima que unos ocho millones de ucranianos debieron abandonar su país. Y el saldo entre muertos y heridos agrava el desolador panorama. Un capítulo aparte merece la cantidad de bajas militares, tanto ucranianas como rusas.

Desde el comienzo, ciudades prósperas y con potencial económico fueron afectadas por los intensos bombardeos de las fuerzas militares de Rusia, burlando en varios casos promesas de respeto a corredores de evacuación de civiles, en aquel momento acordadas desde Moscú con las autoridades ucranianas.

Precisamente, la población civil fue rápida presa de la locura bélica. No hubo respeto ni por mujeres y niños. Un claro y lamentable ejemplo: el temprano bombardeo a un hospital infantil, con muertos y heridos entre los menores allí alojados y entre embarazadas, acción que fue poniendo en evidencia las lamentables intenciones expansionistas del régimen de Putin, confirmadas a lo largo de este trágico año de guerra.

Esa desenfrenada acción de las fuerzas militares de Rusia nunca reparó entre objetivos estratégicos militares de Ucrania e indefensos blancos civiles. Fue avanzando sobre la infraestructura de las distintas localidades en las que Putin y su estado mayor fijaron sus propósitos, privando lentamente a la población de agua, electricidad y otros servicios básicos.

El tema obliga a reflexionar sobre si hubo, realmente, predisposición para forzar negociaciones de paz con Rusia entre los países que asistieron, y asisten, a Ucrania. O si todo se limitó a la ayuda de carácter bélico como defensa y a sanciones de índole económica, que más incentivaron a los rusos para intensificar su avance.

Por el lado del país invasor nada en estos tristes doce meses ha demostrado que el Kremlin tenga la intención de dejar de lado su afán expansionista. Es evidente que ese es y fue siempre el objetivo.

La resolución del conflicto no aparece accesible.

Por lo tanto, habrá que desear la aparición de nuevas instancias mediadoras que eviten que una demencial invasión derive en una destrucción de consecuencias imprevisibles.

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