De manera general y a veces en forma apresurada, se sostiene que los jóvenes de hoy en día son apáticos y no tienen demasiado interés por nada. Sin embargo, la realidad, por suerte, ofrece matices y demostraciones distintas.
En el panorama mendocino nos encontramos con un variado cuadro de situaciones. Adolescentes apáticos y desinteresados por los problemas de la comunidad, pero también se advierte el accionar de jóvenes realmente comprometidos con su entorno, con el ambiente, con el bienestar de las personas, en especial sin son de corta edad.
Son los futuros responsables de las empresas, la educación y los puestos de la administración de gobierno de la sociedad.
Suponemos que en el territorio provincial hay más un ejemplo de organizaciones juveniles dispuestas a ayudar al prójimo y a ejercer la solidaridad.
La redactora de diario Los Andes, Valeria Caselles, encontró una ONG juvenil, “Crecer Felices”, compuesta por unos sesenta chicos y chicas, que dedican parte de su tiempo a escuchar y contener a niños y niñas de siete centros educativos del Gran Mendoza y un merendero.
“Los chicos están cada vez más solos, más abandonados por sus familias y la escuela, entonces nuestro trabajo es escucharlos, generar un vínculo de confianza, fomentar valores y hacerlos jugar”, confió Milagros Correa, administradora del grupo.
Frente a ese panorama, reconforta la gestión de estos muchachos, con edades comprendidas entre los 18 y los 25 años, que organizan talleres recreativos para unos 300 pequeños de distintas barriadas del Gran Mendoza. Tienen parecido carisma y entrega que los jóvenes que integran los planteles de los cuerpos de bomberos voluntarios de la provincia.
En épocas donde estamos más conectados a medios electrónicos y menos vinculados, la propuesta de “Crecer Felices” es un remanso en la delicada situación de muchas infancias.
Los jóvenes brindan voluntariamente talleres recreativos y fomentan valores universales a los pequeños.
Las reuniones se realizan en siete Centros de Apoyo Escolar (CAE), de Godoy Cruz, y en el merendero “Rinconcito de Luz”, de Luján de Cuyo, donde los infantes asisten a la escuela primaria, almuerzan, toman la merienda y hacen la tarea que les encargan sus maestras.
Los talleres de recreación duran una hora y media por semana en cada centro municipal y una de las premisas es que los grupos de voluntarios no roten, sino que son fijos por tiempo indeterminado, con la intención de afianzar la relación con los pequeños estudiantes. De esa forma se arma un espacio de apoyo, contención y los alumnitos se expresan libremente y pueden ser escuchados.
La tarea que llevan adelante estos muchachos es voluntaria, no hay ninguna obligación y esa circunstancia engrandece la misión, que se viene realizando desde 2008.
Entonces, estamos frente a una corriente solidaria, que bien podría ser imitada por otros jóvenes.
Brindar afecto a los niños están importante como asistirlos en la provisión de una alimentación adecuada.
Otro aspecto que deducimos del cometido de “Crecer Felices” obliga a mantener esperanzas en integrantes de los núcleos juveniles de la población que en ocasiones hemos definido como desinteresados en las cuestiones sociales y preocupados por banalidades.
El objetivo de la cruzada apunta a que a mediano plazo los niños de la provincia estén nutridos de manera óptima y estimulados a asistir con buena actitud a clase; en una palabra, que las familias recuperen las comidas en sus hogares, y no tengan que asistir a los comedores comunitarios. Un desafío en el que la Argentina arriesga su futuro.
