Con una ejemplar demostración de convivencia política y madurez republicana, los presidentes de Uruguay desde 1985 a la fecha se reunieron en el Palacio Legislativo para emitir un mensaje conjunto con motivo de conmemorarse 50 años del último golpe de Estado en ese país, que dio paso a una dictadura cívico-militar que duró 12 años. El lugar del encuentro tuvo el propósito de recordar la última sesión legislativa antes de la disolución del Parlamento como consecuencia de la acción militar.
La cita permitió que cada uno de los ex presidentes expresara su pensamiento bajo el lema “Nunca más” a la alteración del orden constitucional en Uruguay. Sin embargo, lo que se pudo observar no fue una exposición de premisas ideológicas y confrontadas entre sí, sino una línea reflexiva que dejó en un segundo plano a las lógicas diferencias políticas entre ex mandatarios.
El presidente uruguayo, Luis Lacalle Pou, señaló que “para que el Nunca Más sea cierto tiene que haber por siempre democracia”. Y puntualizó que la presencia de sus antecesores en dicho acto constituía un fuerte estímulo a la unidad de los uruguayos. Como el resto de los presentes, coincidió en llamar al entendimiento entre los dirigentes políticos y a poner fin a todo atisbo de intolerancia u antagonismo.
Por su parte, Julio María Sanguinetti, el político al que le correspondió abrir el nuevo ciclo democrático en el país vecino, pidió “nunca más a la violencia, a los mesianismos autoritarios, a las utopías revolucionarias”.
Luis Lacalle Herrera, a su vez padre del actual presidente, instó a no descalificar nunca más “al otro porque piensa distinto, ni pensar que es una mala persona porque vota a otro partido, o a otro candidato”. Y tuvo una mirada muy certera sobre lo que debería ser siempre una premisa de la democracia: “Asumir por parte de la dirigencia que la lucha política llega hasta cierto punto y que los acuerdos son de la vida histórica y política del Uruguay”.
A su turno, el único ex presidente de centro izquierda sentado a la mesa de la importante ceremonia, José Mujica, tuvo conceptos que son habituales en él y que van en la misma línea de pensamiento que el resto.
“Cuidemos la convivencia, que es la manera de cuidar la democracia. Una manera de afirmarla es que la responsabilidad política ayude a resolver los problemas más dramáticos”, dijo el veterano político, ex guerrillero tupamaro que pasó 13 años preso por alzarse en armas contra el Estado.
Fueron recordados los ex presidentes fallecidos, Jorge Batlle y Tabaré Vázquez, de los que nadie dudó que en vida también hubiesen estado presentes para avalar la línea de pensamiento elegida.
Tan envidiable imagen de convivencia democrática no debería pasar inadvertida en los ámbitos políticos argentinos, en los que la discordia y el menoscabo parecen ser cada día más moneda corriente.
Sin esfuerzos para el logro de consensos básicos y con posturas rupturistas, muchas veces alentadas desde los propios estrados del poder, es prácticamente imposible consolidar las bases de un sistema republicano que demanda con urgencia que se imponga la cordura entre sus dirigentes.