El cálculo de Christine Lagarde - Por Edgardo R. Moreno

El Fondo Monetario Internacional (FMI) estima que la economía nacional reaccionará en 2019. El dato alinea la política en dos polos.

El cálculo de Christine Lagarde - Por Edgardo  R. Moreno
El cálculo de Christine Lagarde - Por Edgardo R. Moreno

Christine Lagarde, la directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI)  no cenó con Macri sólo por deferencia personal.

Tampoco llegó al país por razones de cortesía. Vino a la reunión del club al que pertenece. Los equipos de las principales economías del mundo se reunieron para diseñar la recta final del próximo encuentro del Grupo de los 20 (G20, compuesto por la Unión Europea y 19 naciones).

Es el contexto de todo lo que hace la directora del Fondo Monetario Internacional. En un mundo transido por la hostilidad comercial y los brotes de proteccionismo, Lagarde habla desde y sobre Argentina, pero conduce el principal organismo multilateral de la economía. Se mueve en un tablero poblado por accionistas impiadosos con los resultados.

De modo que el respaldo que le otorgó al programa económico argentino es un activo. Impacta de manera tangible en la transición de salida de la crisis cambiaria, la tormenta de la que habla el presidente Macri. La misma que puso en duda la única certeza que tenía el escenario político antes del primer trueno: las chances de Macri para alcanzar la reelección.

El Gobierno nacional se recuesta en el respaldo de Lagarde no sólo porque necesita los efectos analgésicos que esa opinión induce en los mercados.

También porque le provee un horizonte creíble a su estrategia política. Lagarde estima que el año próximo amanecerá con las primeras mejoras de la economía. De esa prospección, Cambiemos deduce su propia aspiración electoral.

La crisis cambiaria devaluó la credibilidad del Gobierno para proponer objetivos económicos. No sólo ante los mercados, sino ante la sociedad. Sin más alternativa, se respalda en las estimaciones de Lagarde. Abrazarse a esa trayectoria es su única opción política.

Macri ya congregó al grueso de su coalición alrededor de ese polo. Aunque persisten algunos remilgos entre sus aliados del radicalismo, la mayoría admite que el salto al abismo nunca es una alternativa para los que gobiernan.

Hay datos en las encuestas que refuerzan la decisión de Macri. Son amplia mayoría los que creen que en el origen de la inflación está el déficit fiscal y el derroche de gastos en distintos niveles del Estado.

Pero ese alineamiento de Cambiemos ha robustecido el discurso en ausencia y la acción opositora de Cristina Fernández.

La ex presidenta ha regresado a su alianza con la izquierda. Por allí también merodean los punteros del Vaticano y el sindicalismo de algunos antiguos socios lejanos.

Articulan en torno a la protesta callejera contra el FMI.

Tampoco tienen otra opción. El eje central de su discurso es la calamidad social que provoca el fracaso del programa económico. Su proyección electoral decrece si la economía reacciona y mejora. Es un sector que no tiene a su alcance otras alternativas de discurso. Puede denunciar con eficiencia claudicaciones éticas del oficialismo, pero al final sólo funcionan para licuar las propias.

Sondeos

También Christine tiene señales en los sondeos que sustentan su posición. La misma mayoría que atribuye al Estado las causas de la inflación rechaza el acuerdo con el FMI para bajar el déficit. En esa contradicción abreva la apuesta electoral del kirchnerismo.

El peronismo se mueve con ambigüedad entre esas dos polaridades que se nuclean en torno a Macri y Christine. Cuando escuchan a Lagarde, los gobernadores justicialistas reconocen que el ajuste es necesario. Cuando miran a la calle prefieren que el costo lo pague otro.

La indefinición caminará por un embudo hasta que llegue la votación del nuevo Presupuesto. En el acuerdo o en la distancia, el peronismo definirá su lugar en el mundo.

En este escenario en el que Macri y la directora general  vuelven a ocupar sus polos y el peronismo vacila entre la necesidad de sus administraciones y la conveniencia de su base política, se han comenzado a definir los primeros trazos de la campaña.

Con una conferencia de prensa, Macri satisfizo la demanda de la comunicación tradicional. Le fue mejor en la comunicación por redes.

El kirchnerismo le apuntó a María Eugenia Vidal, la dirigente mejor posicionada de Cambiemos. Sacó provecho de una denuncia basada en falencias reales en el esquema de financiamiento de campaña.

Financiamiento político

La distancia entre la ingeniería de financiamiento político que usó el kirchnerismo y la que le objetan a Cambiemos es todavía abismal. Es suficiente con recordar que Néstor Kirchner acordó con Lázaro Báez (foto) la conformación de Austral Construcciones a una semana de asumir como presidente de la Nación. En ese dato reside toda una clave del mecanismo de financiamiento político elegido para acceder al poder y acrecentar su acumulación.

Ese recuerdo ingrato para el país no exime a Vidal. Está obligada a dar explicaciones satisfactorias por la aparición de beneficiarios de planes sociales como aportantes de su campaña. El Gobierno contraatacó reflotando las ideas de reforma política que había anunciado tras la elección de octubre pasado.

Convendría ajustar esas aspiraciones a la nueva realidad. Los cambios en el financiamiento de la política deberían ser acordados con la oposición para sobrevivir el tratamiento en el Congreso. Pero la realidad es que el oficialismo no consiguió consenso para cambios menos sofisticados y de necesidad más evidente, como el reemplazo de la boleta de voto tradicional por algún mecanismo más transparente.

El Parlamento estará tensionado en lo inmediato con las demandas de urgencia. El Presupuesto con las metas acordadas con Lagarde, en lo económico. Y la discusión del aborto en lo político. Un debate que se ha convertido para todos los sectores en un desafío al control de daños.

El Gobierno necesita coagular el descontento del sector que resulte desfavorecido en el Senado. También la Iglesia Católica, que transformó el debate público en una batalla a efectos de aumentar su poder de presión en lo táctico. Aunque en lo estratégico se aleje del diálogo que procura recuperar con el conjunto de la sociedad.

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