Si Guy Laliberté entregara la mitad de su fortuna, estimada en unos 2.000 millones de dólares, podría salvar al Cirque du Soleil, la compañía que cofundó, que vendió y que ahora quiere recuperar.
El futuro del circo más grande y famoso del mundo tiene en vilo a todos. La pandemia, sabemos, golpeó duramente a todos, pero especialmente a las actividades que solo pueden llevarse a cabo reuniendo a muchos desconocidos entre sí en un mismo lugar. Los teatros, los estadios, las salas de concierto… todo sigue aún cerrado en casi todo el mundo. Y el circo también.
El 19 de marzo (jueves que recordarán muy bien porque al día siguiente comenzó la cuarentena argentina) la megacompañía canadiense apagó las luces de sus 44 espectáculos alrededor del mundo (muchos en carpa fija y otros itinerantes).
Después, despidió a 4.697 empleados, que significan el 95% de todo su personal, que incluye no solo a grandes artistas (algunos incluso atletas olímpicos), sino cientos de técnicos, equipos logísticos y artesanos. En la sede de Quebec, por ejemplo, trabajaban 300 personas dedicadas a la confección de vestuarios, pelucas, zapatos y escenografías. Todo ha desaparecido virtualmente, por efecto del coronavirus.
Algunos espectáculos que se esperaban con mucha expectativas, como "MESSI10", que iba a desembarcar en Buenos Aires en junio, están totalmente parados y sin nueva fecha (en paralelo, ha estado ofreciendo gratis sus espectáculos en su web oficial).
Hace apenas tres meses atrás, Laliberté había vendido el último 10 por ciento de su participación en la empresa. El resto ya lo había vendido en 2015, a inversores chinos y estadounidenses, por unos 1.500 millones de dólares. Ahora, ante esta crisis, ya dijo que estaría dispuesto a aceptar una oferta para recuperar lo que alguna vez fue suyo.
"El Cirque me ha dado tanto que, viendo la situación en la que se encuentra, si puedo ayudar estaremos allí", dijo hace unos días en una radio canadiense. "Tenemos un buen plan. Creemos que podremos traer de vuelta el fuego sagrado", sostuvo.
El plan de Laliberté es muy claro: mantener, al menos, la sede central en Montreal, lo que significaría hacer desaparecer el Cirque du Soleil de gran parte del mundo.
La crisis venía de antes
El coronavirus le dio el golpe de gracia a la empresa, pues ya el año pasado había tomado estado público su difícil situación financiera. Aunque en 2007 llegó a vender 10 millones de entradas, sus ingresos venían en picada desde 2012; y, en 2014, ya se había recortado el personal en la sede de Montreal. Se estimaba que, al comienzo de la pandemia, debía unos 900 millones de dólares (de ahí la comparación con la que iniciamos esta nota).
Laliberté, si bien dijo no lamentar haber vendido la emblemática compañía, querría volver a controlarla. Y con su fortuna en sus espaldas, bien que podría, aunque –según declaró- tendría "personas dispuestas a ayudarlo financieramente". No se sabe quiénes serían.
Pero, en términos más realistas, la salvación vendría por otra parte. A fines de marzo, el circo le pidió al Banco de Canadá que contemplara el panorama tan complicado y que considerara entre sus posibles escenarios (notan lejanos) el mismo quiebre de la factoría.
Eso es algo que el estado de Quebec intentará frenar a toda costa, pues el Cirque du Soleil es uno de sus emblemas frente al mundo. Lo fue en 1984, cuando subvencionó a Laliberté (entonces un titiritero independiente) para que creara un gran espectáculo para conmemorar el 450° aniversario del descubrimiento de Canadá; y lo seguirá siendo ahora.
El ministro de Economía de Quebec, Pierre Fitzgibbon, anunció el miércoles que el gobierno de esa provincia le prestará 200 millones de dólares. Es una decisión estatal mantener al Cirque en pie, más allá de sus tres principales accionistas: la empresa estadounidense TPG Capital, Fosun Capital Group, de China, y la inversora canadiense Caisse de Dépôt et Placement du Québec. Las tres entidades han aportado recientemente a esa entidad 50 millones de dólares para que mantenga el negocio, reportó Montreal Gazette, y si alguno de los propietarios decide vender su parte, el acuerdo ofrecido por el Gobierno de Quebec prevé la opción de comprarla para asegurarse de que permanezca bajo control de la provincia, aseguró la agencia Reuters.
Fitzgibbon señaló que la ayuda financiera que Quebec ofrece al Cirque du Soleil fue acordada con los accionistas y que el Gobierno provincial concedió bajo ciertas condiciones: la más importante de las cuales es que Quebec mantenga su poder tras el relanzamiento y preserve la propiedad intelectual. "El Cirque es demasiado importante para Quebec, como para permitir que lo compre una empresa extranjera que luego traslade su oficina central a otra parte", afirmó el ministro con mucho tino.
Por su parte, los artistas del circo también buscan hacerse con parte del dinero que ofrecen las autoridades. Gabriel Dubé-Dupuis, vocero de un grupo de empleados a los que Cirque du Soleil debe dinero, dijo que van a escribir una carta a Fitzgibbon para pedir que entre las condiciones del préstamo se incluya el pago de más de un millón de dólares que esa entidad les debe.
Qué dijeron los artistas argentinos
Luego de que corriera la noticia de los despidos por todo el mundo, algunos artistas decidieron pronunciarse a favor del Cirque, diciendo que no fueron despedidos, sino que están "suspendidos". Nicolás Busso y Florencia Aracama, una pareja de 30 y 27 años, que son los únicos argentinos de la compañía, formaban parte del espectáculo "Joya", apostado en la Riviera Maya, cuando comenzó la pandemia. En declaraciones al Diario de Cuyo, dijeron que "Hace dos meses estamos suspendidos de manera temporal", pero dejaron en claro que los contratos son anuales.
"Todos, dependiendo de cada show, tenemos un sueldo mínimo. Hay algunos que, por ejemplo, entran en el servicio de desempleo del gobierno de Estados Unidos o el de Canadá y les paga el sueldo el Estado", dijo Busso, confirmando asimismo la realidad del desempleo en muchos de sus compañeros.
"Pero ahora, estamos entrenando y hacemos emisiones por Instagram para mantenernos motivados y con buen estado, esperando con ansiedad volver a actuar. Calculamos que a mediados de julio estaremos activos de nuevo", señaló, quizás con excesivo optimismo, si tenemos en cuenta que el propio estado de Quebec asume la gravísima situación del circo.
La verdadera “Alegría”
Tres meses atrás, Guy Laliberté (60) vivía con lujos y placeres tan impactantes como el circo más extravagante que se imaginen. No lo movían muchas preocupaciones.
Muy atrás quedó la vida en la que entretenía a los transeúntes de Montreal con actos de títeres. Se convirtió rápidamente en empresario, hasta hacerse de una seguridad económica que le permitiera desvincularse del circo sin problemas, algo que –como dijimos- sucedió finalmente en febrero de este año. Sin embargo, según se conoció, sigue ligado a la marca "aportando su visión estratégica y creativa".
Su vida privada tomó estado público en noviembre pasado, cuando lo detuvieron por cultivar marihuana en su isla privada de Nukutepipi, en la Polinesia Francesa. Obtuvo rápidamente la libertad sin cargos, después de que supiera que la licencia de cultivo que le había expedido Canadá no era válida en la polinesia, regida por el Código Penal francés.
Nació en Quebec en 1959 y comenzó como acordeonista y titiritero. En 1983, el Gobierno de Quebec se fijó en él y dejó en sus manos 1,5 millones de dólares para realizar un espectáculo para conmemorar al año siguiente el 450º aniversario del descubrimiento de Canadá. "Le Grand Tour du Cirque du Soleil", que así se llamó el proyecto, tuvo un gran éxito de público, aunque una rentabilidad económica relativamente escasa: alrededor de 40.000 dólares de ganancia. La semilla estaba sembrada, y dio sus frutos internacionales recién en 1987, cuando giró por primera vez en Los Ángeles.
Si tuviéramos que enumerar sus extravagancias, no solo deberíamos referirnos a su isla, de 2,3 kilómetros cuadrados, que convirtió en un resort de lujo que puede albergar hasta 50 huéspedes y alquilar entero por 900.000 millones de dólares semanales.
Famosas son sus fiestas, "en las que todo estaba permitido", tanto en su casa de Montreal como en la de Ibiza. Estiman que su ludopatía por el póker le ha hecho perder unos 27 millones de euros y que, para viajar al espacio a visitar durante 10 días la Estación Espacial Internacional, pagó 31 millones en 2009.
En una entrevista remarcó que fue la persona número 510 en viajar al espacio, algo que -por si no hubiera hecho mucho mérito ya siendo cirquero- lo dejará en los libros de historia. En todo caso, esa experiencia, dijo, le servirá de inspiración para próximos espectáculos. Además, creó en 2007 una fundación filantrópica, One Drop, para combatir la pobreza mundial. Un gesto, diríamos.