Qué le van a hablar de amor a los hinchas "mensanas"! ¿Quién puede dar mayor muestra de fe que esas casi once mil almas que coparon el Víctor Antonio Legrotaglie para darle una patada a la historia y sus estadísticas?
Desde 1982, cuando Gimnasia e Independiente Rivadavia se cruzaron por primera vez en un torneo de AFA, el Lobo nunca había podido ganar. Sin embargo, ayer se acabó la malaria, la mala racha; ahora los "primos" del Parque tendrán que buscar otro "detalle" para la gastada.
Porque el "Lobo" fue mucho más que la "Lepra" a lo largo de los noventa minutos. Incluso el primer tiempo de los dirigidos por José María Bianco tuvo fútbol de alto vuelo, de ese que los hinchas celebraron a rabiar.
La rompió "Pato" Cucchi, créanme, pero también estuvieron a la altura de lo que pedía el clásico "Chuky" Baldunciel, el "Negro" Bazán y Emmanuel García. Fueron factor fundamental para desequilibrar a un Independiente Rivadavia que nunca encontró su forma durante esos primeros 45 minutos.
Hubo presión alta, clave en el día a día de muchos entrenadores de hoy. Esa intensidad para marcar la salida del rival desnudó los graves problemas que tiene el “Azul” a la hora de jugar el balón.
De una serie de errores forzados, y luego de un pelotazo de Sergio Rodríguez al lateral, llegó la asistencia de Bazán para "Pato".
La definición del "10" desató la tensión que se había acomodado en los cuatro costados del Legrotaglie y anudó aún más los de la visita, ausente sin aviso. Desconectados Lautaro Disanto y Daniel Imperiale, Independiente Rivadavia se encontró partido en dos, sin poder sostener la idea inicial de discutir la posesión del balón en la zona media.
Sin las subida de sus laterales, la Lepra se volvió demasiado predecible y fue rápidamente maniatada por su clásico rival.
Gabriel Gómez tomó nota de los errores cometidos y echó mano al banco de relevos para el inicio del complemento.
El ingreso de Mauricio Asenjo le cambió la cara a la visita, que salió dispuesta a vender cara derrota y desde los lanzamientos largos incomodó. La potencia del "18" dejó espacio a segundas jugadas y, aún cuando de contragolpe pudo sufrir una goleada, quedó con vida hasta los segundos finales.
El temple de Gimnasia y su decisión para pelear cada centímetro del campo torció el rumbo de la historia de los clásicos y desde ayer se cuenta diferente: la alegría es solo “blanquinegra”.