Comenzado a fines de 1976 y terminado en 1978, el estadio nació con una capacidad de 45.268 espectadores (20.268 plateas, 24.500 populares y 500 VIP), un sistema de iluminación compuesto por cuatro torres principales y cuatro de refuerzo ubicadas en el techo de la platea, acceso para personas con impedimentos físicos, 50 puestos para personas con silla de ruedas y 100 ubicaciones para personas con distintas discapacidades.
Guillermo Bayón de 64 años, oriundo de Jujuy y el local Enrique Fredes de 60, llevan más de 30 años en el Malvinas Argentinas. Juntos recordaron con una memoria prodigiosa, los secretos referidos a la construcción desde los cimientos y reflexionaron sobre el crecimiento del estadio.
Dos seres anónimos que forman parte de la gran historia de nuestro máximo coliseo deportivo charlaron con Más Deportes. Con sencillez y humildad mostraron su orgullo de pertenecer y contribuir al desarrollo de infinidad de acontecimientos deportivos, culturales y religiosos llevados a cabo en imponente recinto.
Se trata de los dos únicos trabajadores del área técnica que permanecen desde 1978 hasta nuestros días, y que vieron nacer, crecer y desarrollar al orgullo de los mendocinos desde sus cimientos hasta la actualidad.
Conocen mejor que nadie sus secretos, ya que forman parte del complejo andamiaje que representa iluminar el campo de juego y todas las dependencias de servicios de una obra imponente.
Desde hace algunos años, también son los responsables de llevar energía eléctrica a la pista de atletismo; el estadio de hockey y como si esto fuese poco, en breve, supervisarán toda el área eléctrica del Polideportivo Cubierto. Bayón arrancó en el marzo de 1977 cuando la empresa en la que trabajaba obtuvo la posibilidad de ser parte de la obra de construcción. Luego pasó al Ente Autárquico Mundial 78 (EAM 78) y finalmente a ser planta permanente del gobierno provincial.
Fredes, en marzo del '78 era estudiante del sexto año del Pablo Nogues. Ante la posibilidad de obviar las clases de taller y pasar a ganar unos pesos, no dudó en ingresar como aprendiz a la mega obra. Desde la remoción de tierra, que de a poco borró al autódromo La Olla, hasta la inauguración, reinaba la ansiedad y las expectativas.
Ambos rememoran aquel recordado encuentro en el que la selección de San Rafael le amargó la noche al combinado de la Liga Mendocina por un claro y justo 2 a 1 y posibilitaba demostrarle al mundo que Mendoza estaba en condiciones de ser Subsede de la Copa del Mundo de 1978.
También coinciden en destacar lo bueno de los cientos de acontecimientos deportivos jugados en el pasto del Malvinas, pero el Congreso Mariano Nacional de octubre de 1980 y Amnesty International del 14 de octubre de 1988, ocupan un sitial de honor en sus memorias.
Consultados con respecto al avance tecnológico y a las modificaciones especificas referidas a la planta eléctrica. Los dos coinciden en afirmar que son pocas. "Recuerdo que en 2011, cuando se remodeló la iluminación, los ingenieros querían tirar a la basura al tablero de comando de torres de iluminación. Me planté y les dije, si lo van a tirar me lo llevo a mi casa. Parece que los convencí ya que lo dejaron como alternativa de reemplazo.
Un reemplazo que terminó por ser la salvación, ya que en 2012 nos robaron las computadoras que manejaban el encendido y la programación delas torres” recuerda Bayón.
Por su parte, Fredes no dudó en afirmar la nobleza de los generadores originarios de 13.200 volts, ya que aún uno de ellos permanece estoico y en pleno funcionamiento, pese al paso de los años.
Guillermo se jubilará en febrero de 2018, mientras que Enrique permanecerá en la planta permanente hasta dentro de cinco años. Dos historias que merecen ser contadas.
“Empezamos a trabajar desde la nada. Primero se hacían las zanjas que servirían como base de los cimientos. Solo se veían maquinas que removían el suelo, hombres con palas y picos, que posteriormente fueron dando forma a los vestuarios. Luego se construyó la platea techada y por último la platea descubierta y las cabeceras Norte y Sur. Finalmente los baños, todo eso mientras los camiones y máquinas trabajaban sobre el campo de juego”, cuenta Bayón quien a fines de 1976, ingresó en la empresa Porretta, adjudicataria de parte de la ambiciosa construcción de algunas dependencias del que sería posteriormente el estadio mundialista.
Enrique Fredes asegura que su vecino Diego Russotti, militar de ejército retirado, era el intendente del estadio Mundialista. Debido a la amistad que tenía con su padre, una tarde le ofreció sumarse como aprendiz de electricidad en la obra recientemente finalizada y que en su inauguración pondría a prueba todas sus posibilidades.
“El día del primer partido, las empresas que construyeron la obra eran las encargadas de mostrar y justificar lo realizado. Mientras que nosotros supervisábamos" narró Fredes.
Pasaron los meses y el contrato laboral del EAN78 de marzo a octubre, pasó a convertirse en un contrato transitorio en la por entonces inicial Dirección de Deportes hasta nuestros días y por varios años por delante.