Menos es más, se oye decir muchas veces. Quienes se toman esta máxima muy a pecho, suelen tener un espíritu minimalista. Reducen al mínimo posible lo que tienen porque aseguran que ese camino los llevará con mayor certeza a la felicidad. Su consumo suele ser muy consciente y prefieren vivir con lo mínimo necesario: una cama, una silla y una mesa.
¿Qué busca esta nueva ola? ¿Por qué se propone prescindir de tantas otras cosas prácticas? "En primera instancia quiero generar una conciencia para lo que me interesa", explica Sebastián, que vive desde hace cuatro años con lo mínimo.
Sebastián asegura que para él, sobre todo después de vivir de cerca un caso severo de enfermedad en el núcleo familiar, la pregunta primordial pasó a ser: ¿Qué me hace feliz? "Quería soltar mi adolescencia, deshacerme de mis libros, de mi música y de mi ropa", cuenta.
Sebastián asegura que al desprenderse de todo eso lo primero que sintió fue alegría. "Sin todas esas cosas me sentía mucho mejor", asegura.
Ahora vive en una habitación de 20 metros cuadrados en un piso compartido. El espacio sólo está ocupado por una cama, un perchero, una lámpara, un cuadro y una cajita con cuestiones menores. Dice que no necesita ni escritorio ni sillas y que también se deshizo de la estantería con libros.
Trabaja en el área de comunicación y asegura que para leer no precisa más que su e-book. "Además, mi habitación es para relajarme". Lo que en un primer momento fue un experimento minimalista, hoy se ha convertido en una filosofía de vida, un estilo alternativo. "El punto es desprenderse de las rutinas de la vida cotidiana", explica.
Otros llegaron al minimalismo por otras razones, como es el caso de Miguel, que en 2011 de pronto se dio cuenta de que no podía seguir viviendo en un apartamento de un ambiente con tantas cosas. En aquel momento Miguel tenía 2.500 cds y muchos, muchos objetos como libros, ropa y frasquitos de especias. "Estaba todo tapado de cosas. Hasta se me hacía difícil ordenar", recuerda el oculista.
El estrés también puede ser un disparador de esta tendencia, ya que la saturación con la que se vive a menudo en este mundo de hiperconexión puede derivar en la necesidad de tener un espacio sereno y despojado al llegar a casa, un espacio en el que uno pueda poner la atención en cuestiones esenciales de la vida.
Hay quienes sostienen que estar rodeado de objetos pone a las personas en un segundo plano.
Deshacerse de cosas que estorban el paso y la vista, generar espacios libres en la sala de estar o en la habitación hace que los habitantes de pronto se sientan más aliviados y livianos. Muchas de las personas que han optado por vivir así aseguran que también tienen una mayor claridad general y no se sienten tan tapiadas en sus intentos por pensar ciertas cosas.
Los minimalistas suelen definirse en contraposición con la tendencia actual. Quieren consumir poco y vivir con pocos muebles. No le ven el sentido a tener estantes abarrotados de objetos o a decorar por todas partes la casa. Tampoco suelen ser muy devotos de los colores fuertes y prefieren, en líneas generales, diseños discretos, de líneas claras, en estilo escandinavo o Bauhaus.
Los tonos suelen ser blanco, gris o negro, nada menos que aquellos que se suponen que no despiertan emociones o estados de ánimo particulares.
Pero tampoco podría decirse que los minimalistas no compran nada. No es así. Compran, pero quieren hacerlo "a conciencia", explica Miguel. Esa regla no sólo vale para el momento de la compra, sino también para el modo de tratar el objeto adquirido, ya que los minimalistas aspiran a que las cosas duren lo máximo posible.
La pregunta fundamental al dar ese paso es: ¿Realmente necesito esto? "Las cosas que se compran deberían tener un significado", dice Miguel. "Uno no debería tenerlas porque sí, sólo porque pudo costearlas".
Miguel les recomienda a todos lo siguiente: "Si alguien no quiere deshacerse de inmediato de sus pertenencias, puede ponerlas en una caja y enviarlas al sótano por un par de semanas. Pasado un buen tiempo, puede preguntarse si ha echado de menos aquellas cosas". Si la respuesta es no, lo mejor es deshacerse de ellas.
El nuevo glamour se basa en no tener nada
En un mundo repleto de objetos, esta tendencia asombra. Se trata de diseños con líneas discretas y casi nada de nada. Enterate.
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