Limpiar, lavar los platos, tender la ropa y cocinar: el reparto de las tareas domésticas suele generar conflictos. La división de tareas no se hace sola, por eso es importante que las parejas negocien desde el principio cómo se las repartirán.
La forma que adquirirá ese reparto, de "50-50" o "uno hace todo", depende de cada pareja. A la hora de fijar un criterio, "el reparto es ideal cuando los dos están satisfechos con él", afirma el psicólogo Rüdiger Wacker. La pareja puede compensarse de distintas formas, como en el caso de que a uno le guste hacer las tareas del hogar mientras que el otro prefiere ocuparse de las finanzas, del jardín o de las compras en el supermercado.
Si uno de los miembros no está conforme con el reparto, debe hablar con su pareja cuanto antes. Las personas tienen distintas ideas acerca de lo que son el orden y la limpieza: uno puede amar el caos y el otro el orden. Por eso es importante hablarlo y preguntarse: "¿Qué necesito para sentirme bien?".
El arte reside en escuchar bien a la pareja. Quien respeta las necesidades del otro y no piensa "éste quiere sacar ventaja", encuentra una solución común. Si a uno de los dos le molesta la vajilla sucia en la cocina, el otro debería poder decirle: "No me das igual, por eso, en el futuro, cada uno levantará sus platos", aconseja Wacker.
Para lograr una solución duradera al reparto de las tareas domésticas, Wacker recomienda hacer una lista con todos los asuntos pendientes. Cada uno deberá ordenar las tareas según su orden de preferencia en una especie de ránking. Tras comparar las dos listas, comenzarán a quedar las cosas en claro. "Prefiero limpiar las ventanas y tú no, por eso lo haré yo". Las tareas que no le gustan a ninguno de los dos -como por ejemplo limpiar y planchar- deberán ser repartidas en forma pareja entre los dos, o en todo caso, se puede considerar contratar a una empleada que ayude con determinadas labores.
Otra posibilidad es repartir las tareas según el tiempo libre. Quien se va de casa más tarde puede, por ejemplo, hacer las camas y limpiar el baño. Quien llega a casa más temprano puede ocuparse de la cena.
Todos los niños deberían cumplir con alguna tarea doméstica a determinada edad. Los más pequeños, por ejemplo, pueden levantar su plato después de comer, mantener limpio su cuarto o elegir su ropa. Suelen rebelarse menos cuando son felicitados por su ayuda. Además, esta educación contribuye a que, cuando sean adultos, ayuden a sus parejas en las tareas domésticas.
El reparto de las tareas no es tan simple y debe ser ajustado cada tanto. Si la pareja no se atiene al plan, hay que señalárselo y preguntarle los motivos. Si esto no ayuda, se puede recurrir a algo un poco más extremo como no hacer las tareas domésticas por un tiempo.
El problema es cuando el conflicto por el reparto es apenas la punta del iceberg. Si la pareja no respeta las necesidades del otro, se debe repensar la relación. La mejor forma que tienen las mujeres de rebelarse contra el rol de ama de llaves es diciéndole a su pareja cómo quieren vivir y que desean que el reparto de las tareas no sea algo estresante. Si nada cambia después de la conversación, a veces sólo quedan las declaraciones más extremas: el otro debería tener en claro que se trata de un problema grave si su pareja amenaza con mudarse.
Al final, el trabajo da sus resultados. Cuanto más se habla sobre las necesidades de cada uno y cuánto mayores es la predisposición a conversar cómo encrarlas, más satisfechas se sienten las parejas. Además, esto les permite tener más tiempo libre juntos, ya que organizándose el quehacer doméstico queda solucionado más rápido.
Él o ella: ¿quién hace las tareas de la casa?
Lavar, limpiar los pisos, planchar y luego salir a trabajar. El ritmo de vida obliga a repartir tareas. ¿Quién hace qué? Los expertos dicen.
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