El primero que encienda la luz

El primero que encienda la luz
El primero que encienda la luz

Cualquier domingo de abril, en la redacción de Los Andes, una periodista abre la jornada de trabajo y estará sola algunas horas hasta que lleguen otros redactores y redactoras. Ocurre así en atención a la integración de los grupos de trabajo, en una redacción en tiempos de pandemia, con personal trabajando en su casa vía online y los demás en la sede del periódico.

La cronista se llama Analía Cuccia Baidal. Tal vez ella no lo intuya pero está encendiendo la luz como lo hacía su abuelo, hace cincuenta años, más o menos. Se llamaba José Baidal y, por supuesto, le decíamos Pepe (en la foto).

Era el cronista de guardia en la vieja redacción del matutino, que funcionaba en la casona histórica de avenida San Martín 1049 (la casa de los Serú).

José, que había sido gendarme en la Patagonia (sus libros dejaron testimonio de esa función en la fuerza de frontera), llegaba temprano a sus tareas y comenzaba a teclear en la vieja Olivetti que tenía asignada. Registraba lo importante que había ocurrido en esas horas y escribía su nota sobre el tema principal. Fumaba en pipa y si por casualidad salía unos momentos, uno sabía que estaba porque en el ambiente quedaba el aroma de su tabaco. Era el primero en la mañana. Más tarde, llegaban otros compañeros y los jefes de turno...

Como decimos, más o menos medio siglo después, Analía, la nieta, por imperio de la cuarentena en curso, es la primera en encender la luz en la redacción actual, que ya no es la que ocupaba su ancestro.

Paradojas del destino..…  Abuelo y nieta unidos no ya en el tradicional ‘el último que apague la luz’, sino al revés: ‘el primero (que llegue) que ilumine el ambiente’.

Miguel Títiro

Periodista Sección Opinión DLA

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