“Al que madruga, Dios lo ayuda”, así dice un viejo dicho popular. Y en el estadio Víctor Legrotaglie se cumplió a la perfección. Porque el Lobo ingresó casi desde los vestuarios en ventaja. Es que al minuto de juego, el equipo de Marcelo Fuentes rompió el arco cordobés.
Mucho tuvo que ver la maniobra individual de Pablo Palacios Alvarenga, quién aguanto un pelotazo, desbordó, observó al mejor compañero ubicado, centro atrás, y apareció Cucchi para fusilar al portero de Estudiantes. Golazo.
Todo hacía pensar que se venía otra exhibición del Lobo. Una nueva función. Sin embargo, eso inicio abrumador del elenco mensana, se fue diluyendo con el correr de los minutos. Relajación total en todas sus líneas.
Por esta razón, perdió la pelota, cedió terreno y le dejó toda la iniciativa al equipo de Río Cuarto, quien tuvo dos pelotas paradas para inquietar a Ezequiel Viola, pero el “1” respondió con creces.
Podría haber igualado en la última del primer tiempo, sin embargo, el disparo de Reynoso se fue desviado. Le costo mucho al Lobo dominar el juego.
En el complemento, Gimnasia recupero la memoria en los primeros diez minutos. Podría haber liquidado la historia. Sin embargo, se desinfló. Perdió volumen de juego y Estudiantes creció en su máxima dimensión. Por esta razón, tuvo tres situaciones claras de peligro. Es más, la última fue sobre el final y Yair Marín saco el balón en la línea de cal.
Gano el Lobo y se robo los aplausos de su gente. Doce nuevos invictos, 8 triunfos, 4 empates, 20 goles y solo 5 en contra. Lo convierten en el mejor equipo de la categoría. ¿Deberá mejorar su performance? Seguro.
Pero, ahora, es tiempo de disfrutar, mirar a todos desde arriba y comenzar a saborear la clasificación hacia la próxima instancia.