El valor de los bosques

Son ecosistemas que aportan servicios esenciales para la vida en el planeta.

El valor  de los bosques
El valor de los bosques

En la actualidad, los bosques están, en muchos casos degradados y en otros disminuidos en cantidad debido a la intensa tala que han sufrido en los últimos tiempos debido a su explotación agrícola principalmente, pero también, a otros factores en los cuales el hombre ha sido protagonista.

Así, fenómenos destructivos como la tala, las pestes, plagas o deslaves, no representan los únicos riesgos de exterminio de los bosques. Existen otros agresores fatales, muy intensos en épocas tórridas como son los incendios masivos que, cada vez más, vienen castigando estas reservas de vida, principalmente debido al calentamiento global que estamos soportando.

A propósito, es bueno saber que los incendios pueden tener su origen en la propia naturaleza, pero también ser causados por actos negligentes o intencionales del ser humano, de hecho, estos son los más frecuentes según la mayoría de la bibliografía que se encuentra al respecto.

El fuego forestal genera pérdidas económicas importantes, pero también perjuicios ambientales que en la mayoría de los casos son irrecuperables o de recomposición en el largo plazo.

Vistos como desastres ambientales naturales, los incendios suelen ser necesarios para mantener el equilibrio de los ecosistemas, sus principales causas son los rayos de electro tormentas, en contextos de mucha sequedad y temperaturas altas.

Un inicio también podría ser generado por los rayos solares concentrados en algún elemento reflectante que luego podría agravarse con condiciones de vientos fuertes que lo activen y propaguen.

El fuego naturalmente provocado, suele producir la renovación de los bosques, siendo que muchos de ellos, en especial las coníferas aprovechan las llamas para abrir las piñas y de ese modo liberar las semillas que caen e inician el ciclo en los suelos. Estos son mecanismos de adaptación al fuego que algunas variedades contienen y aplican con frecuencia.

Durante el caliente verano de 2017 hemos tenido en nuestra región grandes eventos que en muchos años no habíamos sufrido, la vecina provincia de La Pampa y sur de Buenos Aires fueron afectadas en un amplio territorio por incendios de pastizales y algunos bosques que produjeron grandes pérdidas económicas y ambientales en campos agrícolas y ganaderos.

Nuestros vecinos chilenos han sufrido desolación y muertes en gigantescos incendios al sur de Santiago con la pérdida total del pueblo de Santa Olga y grandes dificultades económicas de difícil recuperación.

Aquí mismo en Mendoza, durante enero, fue Santa Rosa la que tuvo que soportar idénticas dificultades, aunque no de bosques sino de matorrales y vegetación baja, aunque con menores daños, pero en muchos días.

Los perjuicios ambientales provocados por los incendios forestales son inmensos, muchas veces producen la destrucción de los ecosistemas, ya sea en los propios bosques, gramíneas y matorrales que lo forman, así como la fauna autóctona que deberá emigrar o morir y ni que hablar de sembradíos y ganadería que estén contenidos en el área.

Sólo unos días atrás en la región centro norte de California varios focos de incendio terminaron con grandes viñedos en los valles de Napa y Sonoma, que es como decir, gran parte del Valle de Uco en Mendoza, además con la vida de unas 40 personas y gran cantidad de propiedades que no pudieron ser preservadas a pesar de los cuantiosos recursos con los que cuenta el país más rico de la tierra.

Muchos otros eventos como los que también en estos días sufre Portugal no son menos importantes y tienen que ver con daños en nacientes hídricas, pérdida de fertilidad de los suelos, desertificación, el alza abrupta de la temperatura en la zona, contaminación por la liberación de material particulado en el aire, y finalmente el daño causado por la liberación de dióxido de carbono una vez producida la muerte de cada árbol, que libera todo lo retenido mientras estuvo con vida.

La dinámica de los incendios suele ser tan violenta y cambiante en función de las condiciones ambientales de cada momento que conlleva a dedicar ingentes recursos humanos y materiales para evitar o reducir al máximo los riesgos de vida, de propiedades y de infraestructura necesarios para restaurar el desarrollo de la actividad normal de la sociedad, es decir el orden social y la calidad de vida que los bosques prestan a la ella.

A pesar del mundo convulsionado que estamos viviendo es posible encontrar voces, por suerte cada vez más, que advierten sobre los peligros de la extinción de los bosques a causa de sus dos principales enemigos, la tala y los incendios.

Muchos Estados trabajan en la redacción de leyes protectoras que difunden, explican, y controlan su cumplimiento. Otros también hacen leyes, pero con otros niveles de seguimiento y aplicación, y que por lo general no se explican a la población y no se controlan en su cumplimiento.

En estos casos, los intereses puramente económicos vienen ganando por goleada y los incendios y la tala parecen no tener medidas preventivas o regulatorias y pocos recursos para el combate.

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