El tema de la llamada “grieta” tiene una importancia y profundidad que va mucho más allá del simple festival de candidaturas propio de las recientes elecciones, debido a que hay, tras esa denominación, un trasfondo ideológico y de idiosincrasia de la gente. La grieta existe desde hace más de 70 años porque, desde entonces, hay dos partes muy distintas en nuestra sociedad.
Por un lado, están aquellos que hacen prevalecer los valores primordiales de la libertad del individuo y lo trasladan hacia la sociedad respaldando los principios republicanos y democráticos. Respetan al Estado pero no esperan nada de él para su beneficio. No saben de fanatismos ni idolatría hacia nadie, solamente dependen de su capacidad de trabajo y su iniciativa. Son ciudadanos independientes y responsables que, lamentablemente para el país, no encuentran cobijo en un partido político que los represente apropiadamente.
El otro lado de la grieta presenta un escenario en el que impera el dominio de un líder, cualquiera sea, a quien se lo adora con pasión y sin razón; hay preeminencia de lo colectivo sobre lo individual; se exalta y defiende la presencia de un Estado desmesurado, gastador en exceso, en el que todos se sienten con derecho a pedir y exigir; se mantiene la complacencia y complicidad con el poder de una corporación sindical primitiva y perniciosa.
Lamentablemente, es una pesada deuda de la sociedad argentina que nos toca a todos compartir por no haber logrado, hasta ahora, superar a esta corriente ideológica infructuosa y obsoleta, tal como ocurrió en otros países que sí pudieron hacerlo.
Leo Lardone
DNI 8.030.088