Como un centenar y algo más de años han transcurrido (1885-1993) desde aquella épica gesta, inolvidable por cierto, cuando llegó el primer tren oficial a la estación Palmira (01–11–1885) y nos legó un plural de historias de origen laboral, cultural, deportivo y social.
No nos alcanzaría las vidas de tantos ferroviarios que privilegiaron su existencia, para agradecer (dijera el ex ferroviario Carlos Sosa, en reciente publicación) por lo que tanto dio el ferrocarril a su gente y a Palmira. Quien escribe estas líneas, no fue ferroviario, pero sí hijo de quien ocupó la sección Mecánica en talleres locales durante 40 años. Me siento igual ferroviario por mi padre y por algo anecdótico: cuando mi padre me llevaba a los talleres, a mi corta edad atendía a empleados y obreros desde aquella sección que venían a buscar herramientas y les decía: “Esperen un momento; mi papá ya viene y lo atenderá”. Así, de un modo simple y real, comencé a conocer y a comprender la gran riqueza laboral y cultural del ferrocarril en Palmira. Y que aún podemos rescatar, preservar y apoyar entre todos. Pronto, si la situación económica y de salud, más las
gestiones con autoridades ya iniciadas, lo permiten, estará hecho feliz realidad el Museo Histórico y Cultural Ferroviario de Palmira. El esfuerzo y el tesón, nobles armas para recuperar tantos bienes (locomotoras, vagones, terrenos, etc.), concretarán tan anhelada iniciativa.