La prohibición de la representación del Dios cristiano, la imagen de Cristo, Dios hecho hombre, sucedió con el movimiento históricamente conocido como iconoclasta (Grecia, s. VIII).
La iconoclasia reaparece en diversas manifestaciones propias de la Edad Moderna tales como la Reforma Protestante, Calvino, etc.
De despojo en despojo, llegamos a la Edad Contemporánea con el triunfo de la Ideología y el Materialismo. La última postguerra mundial generó la angustia existencial, el nihilismo, el silencio de Dios, la desesperación. El relativismo, dijo Benedicto XVI, es el mal de nuestro tiempo.
Como ha sido dicho, la muerte de Dios culminó con la muerte del Hombre. Una sequedad que paralelamente lleva a la idolatría: adoración del becerro de oro, la proliferación de ídolos (falsos dioses).
Jesús nos dejó su imagen en el Sudario y en el paño que envolvió su cabeza. (Del Evangelio surgió la tradición del mandilyon –mandil, delantal, de la Verónica– verdadero ícono -¡cómo no pensar en la tilma de Juan Diego!).
Nos enseñó a amar y a rezar con el Padrenuestro. Su Iglesia definió la fe católica en el Credo.
* La autora es docente universitaria jubilada.