Son los nuevos habitantes de las calles, apurados en su tarea porque la tarea los apura. Están siempre esperados en una puntualidad que los preocupa. Tienen la obligación de ser rápidos, quien lo manda se lo exige y quien los espera lo agradece.
Son el primer empleo de nuestros jóvenes. Han ingresado a una responsabilidad que no habían conocido. Tienen que hacer las cosas bien, por ellos mismos, para conservar ese trabajo que les da un ingreso que los hace sentirse bien. Están subiendo un escalón en la escalera de la vida. Muchos han obtenido en esta tarea su primer sueldo. Pero hay algo más importante. Al incorporarse a esa legión de mensajeros gastronómicos han ingresado también a la muy exigente escuela de la vida. Son jóvenes que en la visión de sus pocos años solo consideraban bueno sus salidas, sus amigos, los encuentros y también las trasnochadas con sus distintos contenidos. Su libertad les daba el derecho para esa entretención y la decisión de convertirse en “deliveries” resulta trascendente para ellos porque importa perder su tiempo libre, que se convirtió en tiempo ocupado. En la noche también se trabaja y no está para otras cosas.
Su nueva escuela, a la que ingresaron por propia decisión enseña materias a las que les había dado poca importancia, puntualidad, respeto a las jerarquías, autoestima (forma de presentarse), paciencia y respeto: Se enseña también constancia y seriedad. Tienen que cursarlas exitosamente a todas para mantener su matrícula. Las exigencias se justifican por el título que otorga, “persona con dignidad” que no es necesario colgar en el comedor. Siempre se los reconoce.
Nuestros actuales deliveries son personas que aportan a la sociedad y que forjan su futuro sin esperar que la sociedad les aporte a ellos.
No conocemos su historia, pero la podemos imaginar igual que las nuestras. Con inquietudes, algunos resentimientos, muchos amigos, unas pocas penas y mucha esperanza. Pero vemos su presente que tiene un marco de responsabilidad laboral y ambición de progreso, que son un buen motor para caminar por la vida y hacer que esa esperanza se convierta en realidad.
Son veloces en su andar, su tarea los obliga, no es una velocidad de alocados sino de obligados. No cabe critica por ello, cabe solo el cuidarlos y el ruego que no les pase nada y seguir respetándolos.
Felicito a los deliveries por elegir el buen camino y les agradezco que a su paso me salpiquen siempre gotas de optimismo.
Enrique Alfredo Sosa Arditi. Abogado.