El ensayista Guy Sorman publicó un artículo “Fútbol y civilización” sobre lo que significa el mundial de Qatar para la civilización. Sí, señala, constituye un progreso de las civilizaciones: los juegos colectivos sustituyen a la guerra y fueron inventados precisamente para eso. Conviene recordar que los Juegos Olímpicos fueron creados por los helenos para suspender las hostilidades entre las ciudades griegas y sustituir el derramamiento de sangre en los campos de batalla por victorias simbólicas en las pistas de carreras. La violencia anterior se ha visto transformada por un respeto mutuo a las reglas del juego, aceptadas por todos, sea cual sea su origen. La Copa del Mundo de fútbol es, por lo tanto, un avance simultáneo de la civilización, la globalización y el pacifismo. Ejemplo asombroso: el partido Irán-EE,UU, se jugó en Qatar con total serenidad. Hasta aquí Sorman.
La falta de respeto de las reglas del juego es el mayor mal presente en nuestra Argentina. Un problema de décadas sin resolverse, que amenaza la estabilidad democrática y detiene el progreso. Este mal tóxico que nos arrastra desde que se instaló el populismo se traduce en el presente en la pobreza intelectual y política de su dirigencia y en la mediocridad e incultura de los políticos así como en la orfandad de los hombres de ciencia.
Nunca pude imaginar que el equipo de fútbol argentino al que dio tan entusiasta bienvenida el pueblo, llegaría con modestia a provocar un trastorno profundo de valores cívicos y culturales y de las maneras de comportamiento futuro: ¿permanecer fuera del mundo o jugar según las reglas comunes? He aquí por qué el fútbol es emocionante, incluso por razones que no tienen nada que ver con el juego en sí y sus resultados.