No recuerdo exactamente cuando tuve esta experiencia, pero supongo que fue en 1969. Me había alejado un par de años de Hollywood por una oferta de trabajar con un director argentino en Buenos Aires. Por entonces, me instalé con mi familia en un departamento en el piso 7 de Coronel Díaz y Paraguay, en el centro porteño.
En esa ocasión me enteré del arribo en visita a Buenos Aires del conocido actor Johnny Weismüller, el inolvidable protagonista de películas en que hacía de Tarzán. Venía acompañado de su quinta esposa, María Brock Mandell.
De inmediato los llamé por teléfono al Sheraton Hotel para invitarlos a cenar a mi hogar y aceptaron. Debíamos esa cortesía porque en Hollywood fuimos invitados a comer en su residencia de Beverly Hills. Luego de cenar y tomar vodka, su bebida favorita, nos sentamos en el living. Johnny preguntó qué había detrás de las cortinas. Lo invité a mirar y vió las copas de los árboles. La noche era fresca y algo tarde. Tal vez gracias al vodka, de improviso soltó con toda su fuerza el característico grito de Tarzán de sus películas. Demás está decir que de inmediato cerré la ventana y lo hice regresar al living.
Quién iba a creer que Tarzán cenó con nosotros.
Solo recibí una pregunta del encargado del edificio, quien me preguntó si había escuchado un ruido. Me dijo que desde las viviendas aledañas habían escuchado un fuerte grito en la noche.
León Balter
Ex corresponsal de Los Andes en Hollywood