Tierra arrasada. Recuerdos lejanos de épocas doradas. Vías resplandecientes y trenes llenos de pasajeros. El silbato del guarda y el campanazo de la estación anunciando la salida de la formación. Pañuelos multicolores que despiden. Rostros felices. Rostros llorosos. Novios que se besan apasionadamente. Familias enteras que viajan rumbo a un futuro.
El humo de la locomotora que asciende rumbo al cielo y sus bielas trepidan moviendo lentamente al tren.
Y se repite. En cada lugar del país. En cada pueblo el ferrocarril transita llevando esperanzas de crecimiento. De nostalgia también,¿ porqué no...?
Y el tiempo pasa. Y esos viejos resabios de la época dorada van mutando. La máquina de vapor es reemplazada por la Diesel y los coches también los coches de madera por los metálicos. Pero lo que no cambia jamás es la esencia de los caminos de hierro. Siempre fueron y serán futuro.
Mientras tanto, muchas veces menoscabados y casi abandonados los viejos jubilados ferroviarios siguen el camino de los ferrocarriles. Si hasta hay quienes dicen que representan un gasto para el estado nacional.
La memoria de muchos argentinos es muy frágil. Tan frágil que los vuelve invisibles.
Pero el tiempo pasa rápido y cuando se descuiden, los años habrán pasado y nuevos jubilados ferroviarios verán llegar los avatares de políticas económicas oscuras e injustas. Tal vez sea hora de recapacitar. De reconocer que el futuro es hoy y que defenderlos será defenderse a sí mismos, porque el tiempo pasa velozmente.
Ojalá lo de “mis queridos viejos” sea una frase sincera y no simples palabras vacías.
Los viejos somos lo que somos, pero tal como los que nos antecedieron, dejamos nuestra marca. Recuperamos conquistas casi perdidas y le dimos una oportunidad a los ferroviarios de hoy. No olvidar es una buena opción. La vida te lo cobrará y lo que evites mirar hoy golpeará a tu cara en el futuro. No podrás evitarlo porque si algo tiene el tiempo en sus bolsillos, es la justicia de poner cada cosa en su lugar.
Roberto Bocanegra, DNI 14.978.130.