Un testimonio que no se mantiene en el tiempo carece de valor. El olvido produce confusión y altera la claridad del hecho.
Recién cuando podemos establecer objetivamente los detalles, con sus interrelaciones en la unidad del conjunto, se afianza la nitidez de la imagen.
No sabremos cuán arriesgado es lanzar una afirmación sobre un suceso, o el valor de una persona, si no analizamos nuestra percepción y la forma arbitraria de referencia.
Siempre una parte de nosotros mismos quedará expuesta por reflejo. Podemos alterar una relación de continuidad, si no transmitimos fielmente lo que hemos determinado anunciar. Y, en ese caso, será mejor abstenernos. Un paso afuera y estamos fuera.
Hay una calidad en la estructura social humana que se construye con el tiempo, una manera de cuidar la verdadera forma de nuestra expresión sin alterarse, como una nota exacta que se sostiene para expresar la melodía. No admite fluctuación porque necesita cohesionarse en función de la pureza.
Si se mezclan dos sustancias, ya será otro el resultado. Basta ver qué pasa si echamos sal en el agua, todo el líquido quedará impregnado; no sólo una parte. Y tendremos que comenzar de nuevo.
Así, levantar una opinión injusta parecerá inadvertida, pero tendrá su incidencia en el conjunto.
Nos hemos vuelto, entonces, agentes de algo que quizás no queríamos producir.
De más está decir, lo arriesgado y falaz que se hace cuando una persona tiene dos opiniones, alterna entre dos fauces, por un lado alaba y por el otro cuestiona. Quedará ella misma enredada en su propia incertidumbre.
Siempre será sano saber dónde estamos parados, analizar antes de tomar nuestras decisiones. Qué bueno es cuando nace el respeto mutuo en nuestras relaciones.
* Liliana Bandini. DNI 10.501.180.