Los venezolanos en especial, los latinoamericanos en alto grado y el mundo en general están expectantes de lo que suceda en Venezuela, luego del escandaloso latrocinio electoral perpetrado por la dirigencia lumpen de esa sufrida nación.
El pueblo venezolano está pagando amargamente la monumental equivocación de haber confiado sus destinos a un soldado golpista que prometió una revolución en la vida de sus paisanos y que al borde de la muerte pidió a sus compatriotas que elijan como su sucesor a un personaje ignaro e inescrupuloso, pedido que los venezolanos acataron con una ingenuidad pasmosa.
Cuando me refiero al latrocinio electoral, basta para su confirmación la oferta que el dictador Maduro hizo al presidente de Brasil de presentar las actas electorales “en los próximos días”. Lógicamente estas “actas” están siendo fraguadas ya, pues si realmente existiesen podrían haberse presentado de inmediato, como demostró la oposición que ganó las elecciones.
Latinoamérica tiene la obligación de aprender de esos acontecimientos luctuosos, para que ningún otro país de la región caiga bajo los encantos de los cantos de sirena de sujetos, totalmente faltos de preparación para la gestión de gobierno y luego en el poder, se manifiestan como agentes de una corrupción galopante, olvidándose de los compromisos y ofrecimientos sojuzgan a sus pueblos por medio de la fuerza bruta y el engaño.
La gran lección para nuestras naciones y sus pueblos es mirar con desconfianza las propuestas revolucionarias de algunos de sus personajes actuantes en sus escenarios políticos. La realidad y la historia nos ha demostrado hasta la saciedad que tales ofertas esconden proyectos siniestros que solo buscan represión, y negociados, corrupción y hambre.
En nuestro país, felizmente hemos salido indemnes de esas veleidades con que algunos extremistas plantearon en un momento la “eternidad” de su lideresa política. Claro, que esa lideresa no cometió el error de atender a esas demandas delirantes y cumplió con el orden institucional.
Tampoco está demás poner el acento en la actitud dubitativa y ciertamente cómplice de algunos líderes políticos de la región y en especial del presidente Lula Da Silva que está demostrando cada vez su deterioro intelectual.
Mucha atención y mucha desconfianza frente a tales propuestas “revolucionarias” de cualquier color que sean que reitero, esconden espantos sociales, económicos y políticos.
* Carlos Pérez Salinas. DNI 18.905.369