Las recientes declaraciones del Embajador de la República Argentina en Chile, Rafael Bielsa, en el sentido que el candidato a la presidencia de Chile que obtuvo mayor cantidad de sufragios en el comicio del domingo pasado era “antiargentino”, “xenófobo” y otros vocablos similares señalan, una vez más, la errática política internacional del país.
Estos lamentables y pésimos ejemplos no son nuevos. Por citar a Guido Di Tella, Canciller argentino en la presidencia de Menem, quién dijo que nuestras relaciones con Estados Unidos eran “relaciones carnales”; el escandaloso paso por la embajada argentina en Chile de Spinoza Melo; la venta de armas en desuso a Ecuador en perjuicio de Perú efectuadas por Menem; la triste actuación del hoy Senador Nacional electo Luis Juez en la embajada argentina en Ecuador; las intervenciones en asuntos internos de Venezuela, Nicaragua, Brasil, sea a favor de esos gobiernos o en contra, son sólo tristes y bochornosos ejemplos de lo que no debe hacerse en política internacional.
Es que el principio de no intervención es de larga data en nuestro país. Yrigoyen a través de Honorio Pueyrredón y Marcelo T. de Alvear en la Sociedad de las Naciones en 1920 que retiró la delegación argentina por no encontrarse los vencidos en la I Guerra Mundial; Arturo Illia no enviando tropas argentinas cuanto EEUU había intervenido militarmente a la República Dominicana; el discurso de Alfonsín frente a Reagan, son ejemplos de la no intervención en asuntos internos de otros países.
Este principio de “No intervención” se encuentra contemplado en la Resolución 2625/70; en la Declaración de Manila y lo resuelto en 1986 por la Corte Internacional de Justicia en el caso “Actividades militares y paramilitares en y contra Nicaragua”, por citar algunos casos.
La Resolución 2625 establece que “Todo Estado tiene el derecho inalienable de elegir su sistema político, económico, social y cultural, sin injerencia, en forma alguna, de ningún otro Estado”.
Es decir que el principio comprende no sólo la intervención armada, sino cualquier otra forma de injerencia, como en el reciente caso de Bielsa.
Hechos y actitudes destempladas como la del Sr. Embajador argentino en Chile debe terminar para tener una normal política internacional pero, lamentable y tristemente, pasan los gobiernos y quedan los papelones.
*El autor es Doctor en Derecho (UBA).