Interesante la nota “La ciudad de las luces” (Los Andes 7.6.23 p. 9) que describe el fenómeno relativo a la depredación del Atlántico Sur por parte de los pesqueros chinos. Me trajo a la memoria un reportaje hecho a periodistas argentinos que visitaron las Islas Malvinas.
Es obvio que esa descomunal flotilla de pescadores sólo puede explicarse por el apoyo logístico que recibe de las islas, de donde obtiene permisos de pesca. Pero hay que remarcar que el mayor daño se produce por la industrialización de la pesca: no se concibe posible que los barcos recorran la inmensa distancia que va de América del Sur a China para llevar el pescado fresco. Hace unos años la Marina argentina disparó contra uno de eso barcos y llevó la tripulación al puerto de Mar del Plata. Algo muy comprensible para el país de su bandera, que ejerce con la misma firmeza su soberanía en casos similares.
El episodio relativo a la basura presente en la península de Valdez (Los Andes 24.4.23) es prueba del carácter contaminante de dicha actividad.
Al respecto, opino que los argentinos debemos unirnos siempre y en cada caso para defender nuestros derechos soberanos en lugar de aprovechar toda situación para marcar diferencias. Por aquello de “Los hermanos sean unidos …” Mucho más cuando está en juego el último tesoro ambiental del planeta: América Latina, con el 30% de las reservas de agua dulce del planeta (Los Andes, editorial, 17 septiembre 2022).
En particular nuestro sur patagónico con sus vastos campos de hielo es el mayor tesoro.
Frente a esta realidad, propongo unirnos por la soberanía ambiental. No histerizar ni politizar la militancia por la ecología, para que sea efectiva.
* La autora es Docente universitaria jubilada.