En los parques de diversiones, hace muchos años, existía un entretenimiento muy popular y divertido que consistía en arrojar una pelota de trapo hacia una estantería en la que había diversos objetos, para voltear especialmente el muñeco, que era el primer premio.
Como metáfora uno puede imaginarse ahora que, desde que asumió, ese muñeco es el presidente de la nación, Javier Milei, y que la lluvia de críticas que recibe a diario serían los pelotazos que le tiran para tumbarlo.
Quienes lo hacen son principalmente los integrantes de la clase política, que disparan sin cesar, unos por el miedo a perder sus privilegios y otros, para amparar el caudillismo provinciano gastador.
También arremeten los gremialistas y los dirigentes sociales, a fin de ocultar sus trampas y defender su falta de honradez.
Y, además, participan del jolgorio muchos periodistas, algunos muy entusiasmados y adictos a esa diversión.
En 1943 comenzaron las calamidades y la decadencia de nuestro país al imponerse alternativamente en el poder gobiernos que defraudaron rotundamente, tanto civiles como militares, que causaron enormes daños.
Pero apareció, al fin, un hombre inteligente y bien intencionado, quien, con sus ideas liberales, pretende transformar el desorden económico y social que ha sumido a la gente en la pobreza y la adversidad.
Es un intento de terminar con la calamitosa historia argentina de los últimos 80 años, procurando un futuro mejor: sin nacionalismo, sin socialismo, sin populismo, ni estatismo; pero sí, con libertad.
Sería deseable también que los detractores, partícipes de esos desastrosos y fracasados regímenes ideológicos y políticos, sientan vergüenza y desprestigio al seguir arrojando pelotas de trapo a la figura presidencial, a pesar de haber causado ellos tantos perjuicios a la Nación y la sociedad.
* Leo Lardone. DNI 8.030.088