Contaba mi suegro, que su padre por el 1900 tenía una tropa de carros, el equivalente a lo que sería hoy una pequeña flota de camiones. Allá por el Club Chacarita, en Las Compuertas.
Esos carros transportaban las canecas cargadas de uvas desde las viñas a la bodega, como así también otros productos utilizados en el agro.
Contaba también sobre cómo era la calle Sáenz Peña de Luján de Cuyo en aquellos tiempos: una huella pedregosa originada por las correntadas de agua de lluvia y sus “crecientes”.
Esa angosta senda después se hizo avenida asfaltada, pero sin los plátanos y llegaba hasta la plaza de Luján.
Con el paso de los años se realizaron muchas mejoras alguna significativas como rotondas, plazas y ciclovías.
Aprovechando este espacio recuerdo algo pintoresco que relataban los abuelos de aquella época, que pertenece a la historia, pero que es bueno evocar en estos tiempos. Señalaban que por esa huella hace más de dos siglos subían los arreos de vacunos y equinos hacia la estación del FFCC Belgrano en Las Compuertas, procedentes desde la estación de Luján de Cuyo.
Decían que detrás de los animales se escuchaban los gritos y silbidos de los arrieros con sus ponchos, rebenques y lazos revoleándolos al aire para empujar a las ariscas bestias cuesta arriba por la calle Sáenz Peña.
Hasta acá la película. Hoy Luján se presenta como una ciudad moderna, limpia, acorde a lo que merecen sus ciudadanos y también para ofrecer al turismo un lugar de trascendencia, digno de conocerse.
Oscar Carlos Laguna LE 8.144.258