Sumergido solo en el ensueño, el oso hiberna hasta la entrada de la primavera.
Sería letal despertarlo antes, pues su ritmo biológico así lo ha dispuesto.
Pues bien, aunque estamos muy activos resolviendo urgencias, es hora de despertarnos.
Ya podemos quitar el cartel de nuestra puerta que dice: “No molestar”.
Pensamos que de esta forma nos protegemos y estamos a salvo, olvidando -y el sueño es olvido- que somos parte de una unidad, donde cada uno debe sincronizarse con la totalidad para impulsar su desenvolvimiento.
Las estaciones son fases de un ciclo vital de la naturaleza en nuestra evolución planetaria.
El equinoccio de primavera es esperado como un intervalo de balance, estabilidad y consonancia; ese período de floración, color, suavidad y esplendor de nuestro entorno, que favorece el encuentro de la armonía y la belleza.
Parece una paradoja insistir mirarse en este espejo, cuando el mundo actual se debate en la argumentación intelectual, sin la vivencia de la esperada pausa de reconciliación consigo mismo que restablece el equilibrio.
Sin embargo, la destreza de vivir en tiempos de transición fortalecerá progresivamente nuestro entendimiento, hasta poder acercarnos conectados en una mejor interacción.
* Liliana Bandini. DNI 10.501.180