La híper-cuarentena que seguimos padeciendo los argentinos, que pisotea la Constitución Nacional y nuestras libertades individuales, ha transformado la sociedad. La gente sobrevive con tristeza y desesperanza siendo rehén de contradicciones e improvisaciones. Por ello, cuando surge una buena noticia, tal vez no sea valorada debidamente. Por ejemplo, la publicada en este diario (23 de noviembre) que hace referencia a los trasplantes de corazón que ya se realizan en nuestro Hospital Central. Conmueve esta realidad cuando el sistema público de salud no atiende integralmente la problemática sanitaria, como las cirugías programadas o las enfermedades oncológicas.
Y aparece el equipo del Departamento de Enfermedad Cardiovascular formado por profesionales brillantes y comprometidos con su juramento hipocrático. Entonces, ellos son merecedores de toda nuestra admiración y gratitud. Este grupo de especialistas enaltece a su profesión y acá hago una mención especial al doctor Sergio Felici porque me consta su alto nivel profesional, su idoneidad y sus valores humanos.
Ejercer la medicina no es tratar solo un cuerpo porque una persona es mucho más que eso. Estos profesionales que son un orgullo mendocino dignifican al enfermo con su humanidad.