El atentado contra Cristina Kirchner admite varias lecturas, hasta la de quienes lamentan que la pistola falló.
Seguramente habrá mucho para investigar pero lo más posible es que se atribuya a un loco suelto, un “cuentapropista” como en los casos de espionaje.
Albergo la esperanza, sin embargo, de que constituya un fuerte llamado a la reflexión de toda la sociedad, porque antes y detrás de este hecho hay un largo proceso de fermentación ideológica.
Tanto se deforma la información, tanto se instala la voz de los violentos, tanto se relegan las discusiones más importantes en torno a un proyecto de país que, finalmente, se transponen los límites de la sensatez y cualquier disparate se impone sobre la razón.
Solo saldremos adelante con más argumentos, más verdad y menos chismografía.
Eso podría ser el gran servicio de esta bala perdida.