Rubén Valle es uno de los más activos y referenciales poetas mendocinos de la actualidad. Periodista y escritor, ha publicado los libros de poemas Museo Flúo (1996), Los peligros del agua bendita (1998), Jirafas sostienen el cielo (2003), Placebos (2004), Tupé (2010), Grietas para huir (2012), Lo negro de la nieve & otros poemas así (2018), La lengua del ahorcado (2019) y Ojodrilos (2021).
Integra las antologías de poesía Promiscuos & Promisorios, La ruptura del silencio, Martes literarios y Poesía en Tierra.
Su narrativa breve incluye Desperté en el bosque después de haber soñado un bosque (2013) y La medida de lo posible (2015), ambos publicados por Ebook Argentino, y Modo luciérnaga y Cono del silencio, editados respectivamente en 2020 y 2023 por Ediciones Peras del Olmo.
Su labor no se reduce a las letras: en 2020 crea Quizás Quizás Quizás (QQQ), junto al músico y productor Alejandro Moyano, un proyecto musical donde desarrolla su faceta como autor de canciones, plasmado en el disco Bucle (2022).
Ha trabajado en varios medios locales y en la actualidad es Director de Prensa de la Universidad Nacional de Cuyo y dicta talleres literarios.
Mud aparece por el sello Libros de Piedra Infinita y cuenta con un epílogo de Miguel García Urbani.
Jazz para Agatha
Están tocando el jazz de Agatha
La están matando de amor en un bar de la Calle 52
A sus oídos llegan sirenas aullidos aplausos acordes
los instrumentos de la sangre tocados por otras manos
No lo nota pero caen astillas negras desde su boca cerrada
maderitas de un bebop que suena
como las llaves de una casa vacía cuando nadie llega
El déjà vu de Agatha ocurre en un siglo a transistores
cuando escribía cien páginas en blanco
y pensaba en cómo morir de odio sin ser descubierta
Y mientras se entregaba al acto de no escribir
escuchaba una trompeta que imprimía estrellas
en el cielo inmóvil de su oxidada Remington
como si en cada solo hubiera un jadeo para desembarcar
cheek to cheek en el planeta Davis
De regreso Agatha escribe que el misterio
más grande es aquello que necesariamente
se debe improvisar entre prólogo y epílogo
La literatura acaso como un standard para desafinar.
Entonces es jazz
Si no vuela una mosca y la mosca está
agazapada detrás del baterista
eso es jazz
Si hay un choque en cadena de vasos
en un solo de trompeta
indudablemente es jazz
Si el piano se le va de las manos
por ponerlo a más de 100 en camino sinuoso
qué duda cabe eso es jazz
Si la cantante deja una nota allá
donde anidan las arañas y nunca cae
sí señor es jazz
Si el silencio del público tiene la solidez del Golden Gate
pues claro eso es jazz
Si pega pero no lastima sacude y perturba
mueve pero no aleja
entonces es jazz
Si salís siendo otro después de escuchar lo que escuchaste
celebralo es el maldito jazz.
Olé
Esto lo estoy escribiendo hoy
pero como la lluvia de Borges
siempre sucede en el pasado
Me veo soltar palabras al ruedo
en una plaza de toros
donde unas y otros esperan excitados
que algo suceda
(la muerte con su mala leche
por caso)
pero en lugar de palabras
como una estocada a ciegas
salta a la arena
una música indómita
para que el piano copule con el saxo
y el contrabajo lidie con la batería
Ni diez capas rojas pueden con ellos
Y ellos suenan -y son- más fuertes que
las banderillas y los aplausos y la sangre liberada
Astuta la memoria se toma el olivo
pero entre cornada y cornada al viento
me recuerda ahora sí después no
que esto lo estoy tocando mañana.
¿Qué no vimos de lo que vimos?
Hay una extraña belleza en la parábola
que traza el cuerpo al caer en medio del ring
Acaso fe en que el derrumbado habrá de levantarse
Dolor y redención al ver su rostro como un falso Picasso
Hasta hace segundos una danza de piernas en trance
hacía girar al mundo con su narrativa sobreviviente
Música había en lo centrífugo y centrípeto de esos brazos
que el titiritero del hambre pulsaba a mansalva
hasta confundirse en un abrazo de ángeles y demonios
¿Por qué ahora perdedor y ganador vuelven
a sus vidas como si nada
caminando descalzos sobre las brasas?
¿Qué no vimos de lo que vimos?
De lo que queda en pie lo único que se sostiene
es la música de fondo ese jazz que los interpreta indistintos
en su gloria y en su fracaso.
El truco
También la lengua es una fruta amarga
y el papel un mineral indescifrable
si el médium así lo decide
o el trompetista despierta
con ganas de afinar los astros
y hacer aullar al viento
Cuando el asombro
pierde su hoja de ruta
hay una inevitable cuota de jazz
en que suceda lo intangible
Lo revelan los magos y los niños:
el truco no es la perpleja paloma
si no el vuelo de esas manos
que estrangulan al conejo negro.