Adiós a Raúl Silanes: la muerte de un poeta peronista que mezcló la vida con la literatura

El mendocino, autor de una de las obras más singulares de la literatura provincial, falleció a los 65 años de una enfermedad terminal. Fue uno de los más admirados poetas locales.

Adiós a Raúl Silanes: la muerte de un poeta peronista que mezcló la vida con la literatura
El escritor, en la presentación de su novela "Envidia el viento a los difuntos". En la foto, junto a Marcelo Marchese, ilustrador del libro. | Foto: Marcelo Fernández. Gentileza: Bubok.

Apasionado, desbocado, inspirado, contradictorio, amable, ríspido, poeta, recontrapoeta, narrador, pedazo de narrador: nada a medias tintas puede decirse de Raúl Silanes, el escritor mendocino que falleció en la mañana de este jueves. Desde la aparición de su libro, Los soles subterráneos (1982) hasta Envidia el viento a los difuntos (2012), Silanes produjo una obra extensa y premiada, de enorme valía aunque despertara interés con vaivenes de parte de los lectores o aun cuando su figura se llamara de a ratos al silencio y de a ratos al alboroto.

Había nacido en Mendoza en 1958 (al menos eso dicen las solapas de los libros que él, quien pasó su niñez en Chile, redactaba) y su irrupción en el mundo de las letras mendocinas se dio por todo lo alto, con el premio Alfredo R. Bufano que le otorgó la Sociedad Argentina de Escritores de Mendoza en 1982 por Los soles subterráneos. Este libro apareció en los últimos días de ese año, en una edición de gran formato que incluye una serie de poemas donde (a pesar de que se trate de un libro inicial) ya se aprecia cabalmente el estilo y la valía de su lírica.

En su obra, las imágenes visuales y el trabajo musical adquieren tal fuerza que el lector se siente conmovido y atrapado al mero contacto con sus versos. Son versos potentes, con algo de surreales, y en los que se perciben influencias claras (principalmente, Huidobro, Vallejo y Gelman), aunque tamizadas por la potencia de la voz del autor: “Mientras el corazón tritura alianzas / los arcos del reloj / piden olvido / a las escamas que atajan la sangre; / empezando a recibir mi rumbo, / llevándose milagros y músculos de puertas / como si fueran a desvestirme pronto / las manos de mujer que tiene el eco”.

Antes de Los soles subterráneos figuraba en su bibliografía No dejarse llevar, que según apuntaba había sido editado en California (Estados Unidos) y premiado con un premio internacional. Muchos fueron los premios que acumuló según su propio relato, y por un tiempo se supo decir de él que debía de ser el autor argentino vivo más premiado. Como gustaba de elaborar mitos y misterios de sí mismo, podemos enumerar algunos que tuvieron correlato en publicaciones: además de Los soles subterráneos, La iluminada (Premio Internacional Encina de la Cañada, España, 2001) y la novela poética Envidia el cielo a los difuntos, que obtuvo una mención en el premio de Municipalidad de Capital de 2011 y vio la luz al año siguiente, en una merecida edición.

En el medio también aparecieron libros como El cielo, en ediciones Del Dock (hoy, acaso, la editorial más prestigiosa de poesía del país). Este libro no era un poemario cualquiera, sino que formaba parte de un proyecto que intentó llevar adelante y consistía en escribir un poema para cada uno de los habitantes de aquella Mendoza de fines de los 90, y para ello convocó a otros escritores, que debían seguir la única premisa de escribir poemas que llevaran la palabra “cielo” en algún verso. Su plan original era imprimir cada uno de esos poemas y lanzarlos desde un avión para que “llovieran” desde el cielo mendocino: al final, cristalizó en un hermoso libro, con una selección de sus cientos de poemas, publicado en 1999.

Si Raúl Silanes era un gran poeta, tal vez entre los mejores de la era contemporánea, su calidad como narrador no le iba en zaga. Entre su narrativa se cuentan los volúmenes de cuentos Primer límite roto, La sombra del hielo también se derrite y El bebedor de jugo de pomelo. También las novelas Devolución de Babel y la mencionada Envidia el viento

Así como para hablar de él había que adosarle el adjetivo de “poeta”, también había que usar el de “peronista”. Como tal, era prácticamente devoto de un artista con el que sentía gran afinidad: Leonardo Favio.

Silanes acompañó con su asesoramiento algunos de los gobiernos justicialistas de Mendoza de fines del siglo pasado, y también algunas intendencias municipales. Además, trabajó en el Departamento General de Irrigación y en la delegación local del Comité Federal de Radiodifusión (Comfer).

Para muchos autores locales, con quienes trataba frecuentemente más allá de su carácter variable, fue una referencia ineludible. Rubén Valle, conmovido aún por la noticia, por ejemplo, opina que “Silanes fue nuestro Bolaño. Hasta para morir, aunque no tan joven como aquel otro chileno descastado. Fue de la poesía a la narrativa como quien vuelve a la casa de los viejos. Tan tierno como ácido y gruñón, quería y se dejaba querer, sobre todo por aquellos/as que entienden a la literatura como un túnel sin salida. Lo extrañaremos, pero ahí están sus libros, esos negados por el falso canon provinciano. Su obra será redescubierta como aquel Di Benedetto al que tantos ningunearon y hoy suben al bronce tardío sin culpa ni vergüenza”.

En 2013, fue invitado a los actos de inauguración del Festival Internacional de Poesía de Mendoza. El plan del director de ese encuentro (quien esto firma) era dedicarle a su figura y su poesía el festival siguiente, pero él no lo permitió. Se excusó primero bravuconamente, y luego asistió al encuentro como uno más, “para demostrar que la poesía siempre me interesa”.

En una entrevista firmada por Martín Campos y publicada en 2006, ya reconocía el carácter cada vez más ermitaño que lo acompañó hasta el final: “Me oculto cada vez más, sí, es cierto. Nuestra vida es rica en paradojas horribles, y se podría pensar que en cada uno hay dos personas, una privada y una pública”.

Todo lo caído me pongo a recoger, sosteniendo mi sueño muerto / en las piedras encerrado, como tumba del mundo lista para despertar”, dice en uno de sus textos. Al autor una enfermedad terminal lo llevó, prematuramente, a la muerte. Lo único que podemos agradecer sus lectores es que Raúl Silanes eligió recoger versos poderosos, que son los que siguen resonando, incluso en su ausencia.

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