La muerte de Ricardo Iorio sacudió con fuerza en el ambiente del rock argentino. Una figura clave dentro del heavy metal. Para sus seguidores fue bautizado como el “más grande” del género.
En algunas entrevistas, Iorio habló sobre sus primeros trabajos acompañando a su padre, que tenía una verdulería. En aquellos años de la adolescencia Ricardo se ganó el apodo de “papero” ya que lo acompañaba con el camión, a buscar frutas y verduras al Mercado de Abasto.
Hace unos años, esta historia aparecía mágicamente en charlas que tenía con Mario Markic. “Yo lo entrevisté para una nota sobre el cierre del mercado”, solía decir el destacado periodista.
Esa charla entre Markic y Ricardo Iorio tuvo lugar en el Abasto, en 1984, como parte de un informe sobre el cierre del histórico mercado publicado en la revista Siete Días. “Nació con el tango, murió con el rock”, fue el título elegido para la crónica.
“Duró 93 años. El 14 de octubre cerró para siempre el Mercado del Abasto, símbolo porteño, sinónimo de tango y Carlos Gardel. Lo mató el Mercado Central, en estos tiempos de heavy metal... por eso, nació con el tango y murió con el rock”, rezaba la descripción.
En ese entonces era un joven de pelo largo con rulos, campera de jean, que por aquellos días compartía su tiempo tocando con V8 y cargando cajones de papas. “Allí, en medio del tronar de los camiones crecieron y se expandieron los sueños premetálicos de Ricardo Iorio.
“Loco yo estuve en el mercado, hasta hace dos meses, hasta la decadencia final y hasta el temor desesperado. Y dejé amigos de primera, loco, de primera ¿Sabés qué pasa? Hubo una época que aquí estaba Gardel, se cantaba dentro del mercado ¿después qué pasó? ¡La decadencia! Yo lo viví así”, le confió Iorio al periodista con su voz rasposa que tanto se aclamó.
“No puedo tocar una guitarra criolla porque el sonido es mucho más débil que el de un motor. Por eso toco con un equipo de 10 mil watts que puedo destruir el oído a todos, pero dejándole en la cabeza la conciencia de que para zafarse de todo esto hay que pensar”, describió un joven Ricardo sobre el momento que vivía a mediados de los años 80.
Sobre el alcance que logró, Iorio decía que sus propios colegas lo escuchaban: “Mirá, muchos pibes de mi edad que trabajaban acá me vienen a escuchar y traen a sus amigos. Acá en el Abasto existe el rock, aunque vos no lo creas. Ellos para comprarse sus camperas de cuero tuvieron que cargar cajones más de cuatro meses, no se las compra papá”.