Axel Krygier es un animal musical tan misceláneo como sus creaciones. Su último dísco “Axelotl” deja un reguero de temas de muy distinta índole, todos magistrales, provocando tanta desorientación auditiva en cuanto a géneros como fascinación por los mismos. Pero además, estos temas han sido acompañados en su mayoría por videos, que están disponibles en Youtube, y que son -sin exageraciones- un viaje de ida.
El último publicado en la plataforma es “Indio peregrino”, con una estética que, (lejos de la lisérgica “Rapsodia sueca”, primer corte del disco) remite al terruño, a la dura vida del hombre de campo y a los sonidos de la naturaleza.
“Otro de los videos que llegué a terminar estos días es ‘Pesebre’, junto con ‘Indio peregrino’, que tiene partes de distintas versiones del mismo tema”, cuenta Krygier en una entrevista con Los Andes.
Sin embargo, la versatilidad de este gran músico permite disfrutarlo no solo en plataformas como Spotify o Youtube, sino que también en escena. En 2022 estuvo presentando “El hombre que perdió su sombra”, de Eleonora Comelli y Johanna Wilhelm, una maravillosa obra infantil (y no tanto) con música en vivo (Axel Krygier en piano y Sara Ryan en violín) sobre el escenario junto a actores y bailarines. En las tres funciones que presentó en el Teatro del Bicentenario, en San Juan, el público era mayoritariamente adulto, a sala llena.
“Lo que estuve haciendo últimamente son las composiciones adicionales de la obra de Pablo Rotemberg, ‘La era del cuero’, que es una coreografía que fusiona el malambo y la danza contemporánea que está presentándose en el Teatro San Martín”, cuenta Krygier.
“La música electrónica de Axel Krygier alterna con páginas de Alberto Ginastera a lo largo de los tres breves actos (”El día después”, “Luz mala” y “No future”), mientras que los entreactos son ilustrados por personajes con bombos y cabezas de caballo”, comenta la periodista y crítica de danzas, Patricia Casañas. A lo que Krygier agrega “terminé haciendo algunas transiciones o temas más bien symbit abstractos, salvo un carnavalito bastante tradicional, pero llevado a un plano zombie, digamos un poco creepy, porque la obra tiene esa temática que mezcla lo tradicional con lo zombie”, comenta.
Antes de esta obra, Krygier estuvo trabajando en la música de la ópera prima cinematográfica de Gonzalo de María, un director de teatro con quien Krygier trabajó anteriormente en la obra “Tres tangos”. La película se llama “Nene Revancha” y cuenta con la musicalización de Krygier.
“Durante julio estuve en Francia haciendo una nueva ópera con textos de cartas, con Marina de Caro -una artista visual argentina- que me propuso este trabajo. Para ello estamos en Besanzón (en la frontera con Suiza) una ciudad con un pasado romano, estilo medieval. Ahí estamos haciendo una ópera experimental con sus telas. El 20 de enero presentamos los temas en el Museo Frac Franche- Comté de esa ciudad”.
Haciendo un recuento de sus últimas creaciones, en las que el músico muestra facetas muy distintas y complejas que pasan de la rapsodia sueca al indio peregrino, de la música infantil al carnavalito y de la ópera a la musicalización cinematográfica, Krygier explica que “cada obra tiene su contexto y lo que sucede es que la música puede contextualizar consigo misma, es decir, solo con sonidos, se puede generar una geografía o un escenario. No es que yo me mueva entre tantas cosas, sino que esas cosas aparecen donde yo voy. Entonces me siento al piano y toco una marcha turca o un tango, y cada una te va a remitir a la Viena del Siglo XVIII y la otra a Buenos Aires de 1920″, y agrega, “son eclecticismos propios de estos tiempos neobarrocos”.
Lejos de arrogarse maestría, Axel Krygier propone tanto en su música como en la charla, la suposición de lo suyo está lejos de considerarse especial, haciendo gala de una llaneza en la proposición misma que genera cercanía por parte de quien lo oye. “Tengo cierta envidia de los especialistas, yo me muevo en bordes casi historietísticos. Lo mio es casi caricaturas”, dice. “Tengo un fondo clásico que adoro de la cultura pesada que viene de Rusia, Francia e Inglaterra, inclusive de Argentina, y que heredamos. En el siglo pasado, que es donde mayormente me crié, surge esta síntesis caricaturesca de las cosas. Yo he pecado de profundizar demasiado en lo clásico, de intentar aprender a tocar el piano y no conformarme con ser un rústico artístico, entonces tengo una cierta pretensión técnica, pero mi gusto sigue estando por algo que no está terminado de hacer, con errores, que busca más la expresión del trazo que la perfección formal”, añade.
En el último año, en su cuenta de Instagram, los sábados o domingos por la noche -a última hora- eran una invitación constante a disfrutar de su música, a través de vivos en los que se conectaba con los seguidores de una manera íntima y genuina.
“Lo hice más que nada por una necesidad de compartir, pero con un temor enorme de si tenía o no sentido. Cada vez que hice un vivo lo dudé muchísimo. Podría ser que un vivo se convirtiera en algo más narcisista, y ese era mi temor. Pero la verdad es todo lo contrario, porque la entrega tiene un receptor y me toca que llegue, porque tiene que ver con abrir el espacio que es solo para mí”, sostiene
La pretensión de concretar una visita de Axel Krygier a Mendoza, ya sea como solista o con alguna obra de teatro, aún no se ha podido realizar. Sin embargo recuerda las veces que estuvo en nuestra provincia, empezando por la primera vez, a sus 19 años. “Tenía una novia mendocina que me llevó a la casa de sus abuelos en La Puntilla. Después volví para un curso de música de cámara -yo tocaba la flauta- que daba la Universidad Nacional de Cuyo. Y después volví regularmente al Le Parc y al auditorio de la UNCuyo”.
Krygier, además de vivir varios años en Francia, donde conoció a su mujer y nació su hija, vivió también en España y finalmente regresó a Buenos Aires donde se instaló definitivamente. “Volví porque mis padres eran grandes y no me los quería perder. Hice mi casa acá, donde está mi estudio, y el estudio de un músico no es algo fácil de mover. La falta de motivación, todos los instrumentos que tenía que mover y la conexión con la gente de acá, me convencieron de quedarme. Acá tengo, en Buenos Aires, una pequeña aldea”, terminó.