A veces, la vida cotidiana, las obligaciones, la falta de sueño, los entrenamientos físicos exhaustivos o, simplemente, una vida sexual poco activa, puede mantenernos por debajo de la resistencia física para tener (más) relaciones sexuales a todo lo largo y ancho de nuestras ganas.
El problema es cuando nuestra vida cotidiana interfiere con esas ganas. Tras haber trabajado todo el día, aunque la cabeza fantasee, al final nuestro cuerpo puede no responder y que el momento del encuentro íntimo con nuestra pareja, o con alguien ocasional, termine convirtiéndose en una obligación más que en un gusto.
Por otro lado, postergar las ganas mentales para cuando el cuerpo esté descansado y listo puede convertir al sexo en una utopia: aquello que esperamos y tras lo cual vamos pero a lo que nunca vamos a llegar. Además, si le sumamos la rutina (en caso de las parejas estables) y hasta las discusiones, tener relaciones puede convertirse en un objetivo demasiado lejano.
Entonces, una buena forma es dejar de lado algunas cuestiones -sobre todo las que llevamos en nuestra mente- dejarse llevar por el momento y seguir estos consejos:
Olvidarse de la meta
Cuando estamos atravesando momentos de estrés, pensar en tener sexo y las expectativas que podemos despertar en la otra persona, sin tener la certeza de poder cumplirlas, puede convertirse en una examen de rendimiento físico, una obligación difícil de aprobar. Así, es imposible que nos estimule la idea.
La idea es tomarlo como realmente es: un momento de disfrute entre dos, algo simple para compartir en pareja. Pensar en lo rico de unos besos en la boca, sentir los labios, acariciar la espalda, sentir la piel, es más que suficiente. Nada obliga a tener un orgasmo. El solo hecho de poder sentirse es tan exquisito como atrapante.
La ternura es una factor fundamental, aún cuando sea una pareja ocasional, y el sexo suele ser más satisfactorio cuando se está abierto a la otra persona, no solo a su cuerpo.
No son “juegos previos”
Hemos hablado ya que de los mal llamados “juegos previos”, no son “anteriores” a la relación, sino que forman parte de ella. El sexo se concibe como un todo, no solo como penetración y orgasmo.
Empezar pensando en lo bien que se siente rozar la piel o lamer su boca, es fácil terminar disfrutando de una experiencia completa de las que no se olvidan. Si el otro está esperando sexo arquetípico, con penetración, envión y orgasmo, quizá convenga hablarlo antes de comenzar. Es mejor en ese momento y después, con frustración acumulada por no haber coincidido en la idea de lo que iban a hacer.
Redefinir el concepto de “sexo”
Relacionado con lo anterior, piensa en el sexo como todo aquello que te une físicamente a tu pareja y que se puede iniciar con una llamada inesperada desde el trabajo, un beso de buenos días, una conversación íntima, un masaje en los pies o un buen rato de sexo oral, sin un objetivo final. Ponerse en “modo sexo” solo al llegar a la cama puede funcionar cuando todo lo demás va bien, cuando estamos al cien por cien de fuerza.
Pero, si siempre estás cansado y te preocupa, intenta pensar más en todo lo que rodea tus relaciones íntimas, esos momentos que a veces son demasiado cortos por la urgencia de “usar mis siete minutos de apareamiento”, en lugar de “hacer el amor” en todo el amplio concepto.
No hace falta un excel, pero planificalo antes
Da igual cómo definas el sexo si no tienes tiempo físico para hacerlo. Lo ideal es darle el mismo espacio y atención que le das a las cosas que te gustan (basta de pensar que es algo que surgirá espontáneamente como por arte de magia) Si te gusta ir al cine, o a la cancha, seguramente buscas en internet las mejores opciones, compras las entradas con antelación, disponés tus horarios para poder ir y te preparás para llegar a tiempo. Con el sexo es igual. No esperes quedarte sin nada más que hacer para centrarte en satisfacer los deseos carnales. Aunque vivas con alguien, organizá algo para cenar, proponerle hacerse masajes suaves, recuestense juntos en el sillón a escuchar música, lo que sea que los relaje un rato. Sí, corren el riesgo de quedarse dormidos, sobre todo si están cansados. No tiene nada de malo. Se puede hacer el amor después y va a ser mucho más rico.
Solo el hecho de guardar ese tiempo para el otro, sin la presión de hacer el amor necesariamente, te hará sentir más relajado y descansado.
Cuál es la mejor postura
En este caso, la mejor postura es la que nos haga sentir bien, vestidos o desnudos. La mejor forma de empezar cuando las fuerzas no acompañan es una que sea natural, que no requiera el esfuerzo de pensar en sacarse la ropa o de tener que sostener una erección a toda costa para poder hacer una penetración. Cálido, suave y bonito, es mejor: abrazo cucharita, cabeza en el regazo, abrazo de frente, cualquiera que comience por hacernos sentir cómodos, relajados y que nos permita “sentir” el cuerpo del otro.
En cualquier caso, una postura sexual no es un solucionador de problemas mágico. Mucho menos cuando el músculo no acompaña.
Hacer ejercicio regularmente, ayuda
El ejercicio físico, aeróbico o de fuerza, ayuda a que la musculatura general tenga una capacidad de recuperación más alta que cuando nos pasamos todo el día sentados en la oficina. Eso es real. Con lo cual, el cuerpo también tiende a disfrutar de esos momentos de “ejercicio”, que si bien generan cansancio, también permiten oxigenar las célular y generar endorfinas.
Así que si sos de los que va al gimnasio o hace un deporte y estás cansado al final del día, puede que un momento de intimidad (primero relajado y después excitado) te ayude a recuperar más energía al final. Porque en ausencia de problemas graves de salud, el sexo es más bien una forma de obtener energía que de gastarla. La oxitocina que segregamos nos hace sentir más seguros y los orgasmos frecuentes contribuyen a la distensión. Cuando nos acostumbramos a no hacerlo, en cambio, sentimos que lo necesitamos menos. Entonces, si estás cansado para tener relaciones pero te sobra energía para otras cosas, volver al punto uno, y repetir todo el proceso.