Uno de los máximos artistas argentino contemporáneos, el mendocino Eduardo Hoffmann, realizó una exposición en nuestra provincia, en la que las obras de gran tamaño -característico de su estilo- fueron realizadas con nobles materiales ajenos al mundo de las artes plásticas y que otorgan a cada pintura un brillo y translucencia de colores que impacta por su frescura y profundidad.
La muestra se inauguró el sábado 25 de febrero, en Espacio de Arte de Estancia Atamisque, en Tupungato, y recibió el nombre “Hoffmann a la altura”, en congruencia con el lugar donde se encuentra, a dos mil metros sobre el nivel del mar. Allí, sobre distintas paredes (algunas enlucidas y otras en piedra viva), se destaca la compleja belleza de su producción.
En esta oportunidad, Eduardo Hoffmann eligió dos materiales infrecuentes en los espacios creativos de arte. Se trata de la laca de granza, un color natural que se obtiene de la raíz de la rubia tinctorum, de la familia de las rubiáceas, y el Mylar, un material impermeable utilizado en navegación a vela y como aislante de electricidad.
La laca de granza se utilizó antiguamente en Egipto y Pompeya. Además de sus cualidades como tinte natural se le adjudicaban poderes especiales, como el de ahuyentar los malos espíritus. “Desde que hiciera su aparición en mi vida, me escolta en la dicha y de allí en más no pude prescindir del hecho de emplearla y disfrutarla”, anuncia Hoffmann en el preámbulo de su obra.
Monet confesaba usar en su paleta en esencia sólo 6 colores, incluyendo laca de granza. “Si tuviera que definir su tonalidad, aunque es evidente su linaje asociado a los rojos, diría que delata su proximidad con la sangre. Sabemos que la historia reconoce y adopta al que entrega su sangre, quizás el paladín en todo esto -en la historia del arte- sea Van Gogh y en las antípodas, la crónica detesta -hasta el olvido -al que se alimenta de la sangre del otro. Cuando uso laca de granza se suscita el pulsar de la vida, es el color donde mis fantasías desisten y cobran vida, un premio al optimismo, pintar con ella es la forma más encantadora de desatender la vida. En mi existencia nunca le he consentido a la belleza ser un impedimento, lo contrario, un hábito conductor, un intérprete”, expresa.
En esta entrevista exclusiva con Los Andes, el artista habla de estos y otros cuadros expuestos por el mundo, sus procesos cotidianos, y sus nuevos proyectos.
¿Las obras expuestas fueron creadas para esta muestra o son previas?
Hay obras desde el año 2018, porque cuando vas a un lugar entendés el lugar. Yo ya conocía el Espacio de Arte del Club Ecuestre de Atamisque, así que ya sabía la escala de las paredes. No conocía lo nuevo, por lo tanto, tuve que pensar que iba a competir con la piedra (que revisten las paredes de la bodega John Du Monceau, en Estancia Atamisque). Traje obra que hice entre 2018 y 2022 y hay una que terminé ahora, que se llama “Sarmiento” porque aunque mi obra no tiene nombre, me gustó hacerle un homenaje a Sarmiento y a los sarmientos que trajo Sarmiento, estos que se retuercen en los parrales de la infancia, porque todas las casas tenían parrales. Después no sé qué pasó con esa con esa idea de tener una una pérgola. Entonces, cómo se retorcía caprichosamente ese palo me inspiró para hacer esta obra.
Estas obras están realizadas en un soporte especial
Es un material que se llama Mylar, es un buen aislante de electricidad, pero ahora se utiliza mucho en velas de surf y de barco, porque es muy noble y resistente. Ese material me llegó accidentalmente a mi taller y en poco tiempo lo incorporé a todos los materiales que usaba y un día lo fui exaltando hasta encontrarle la vuelta.
Hasta que se revela el material pasa un buen tiempo. Entró en el año 98 a mi taller. Empiezo a ver la nobleza de este material y después veo cómo se va revelando hasta el día de hoy. La mayoría tiene Mylar y hay algunas pocas que no lo tienen.
Al ojo inexperto da la sensación de un plástico protector
Estuve hace muy poco en el Louvre, hace menos de 20 días, y todas las obras incunables están con vidrios por el tema de estos vandalismo de ecologistas, que no entiendo mucho -cómo vas a ir en contra de la obra haciendo ecología no sé, es una contradicción-, entonces siempre lo que tiene algún brillo o vidrio, te das cuenta que tiene una protección. Y siempre lo que tuvo en el mundo esa protección es la obra más importante. Esta obra tiene también ese misterio del vidrio, el vidrio orgánico o plástico que dice “esto es otra cosa, no es una pintura sino un mundo a descifrar”. Me gusta esa idea.
Circula un video del momento en que se está montando una obra tuya, ¿Dónde ocurre esto?
Esa obra es la que hice para la India, para el Estudio Norman Foster. Me llegó una invitación por correo, porque habían visto una obra mía en Londres, en un hotel que se llama Rosewood, pedida por el arquitecto Tony Chi. Ellos (Norman Foster) querían un paisaje de la India.
Lo más increíble es que yo soy nacido en Mendoza, vivo en Buenos Aires, me llamo Hoffmann de apellido, me pedían un paisaje de la India y no había estado nunca allí. Me dijeron que no iba a ser el único artista, porque habían convocado a diez más, y yo pensé “no me importa, me voy a poner a laburar”.
Les hice una devolución a los 30 días con bocetos y me dejaron como cuatro días en standby, tras lo cual me avisaron que había sido seleccionado para hacer ese trabajo. Eso me emocionó muchísimo. El estudio Foster está entre los mejores del mundo, si no es el número uno. Es un estudio a lo Da Vinci, hacen todo: diseñan barcos, ómnibus, edificios que son una locura, tiene como 2.500 arquitectos, y se encuentra frente al Támesis. Una delicia.
¿En qué consiste la obra?
Sobre la idea del paisaje de la India, mi mujer me muestra unos puentes vivientes que son árboles enraizados que van tejiendo las ramas, que tienen 500 años, y que se usan como puentes para pasar de un lugar a otro. Como están tan unidos a la tierra, soportan tifones y las contingencias climáticas fuertes que tiene la India.
Me gustó la idea de puente viviente, como que la cultura es un puente viviente: Yo, nacido y criado acá, llego hasta la India por intermedio de un estudio inglés, entonces si no es puente viviente eso, no existe más puente viviente en la cultura.
Esa pintura son 64 metros cuadrados, en el Hotel Tower Office, otros 50 metros cuadrados en un Park Hyatt, que también es Foster, y ahora me han pedido tres obras más de ese tamaño para un proyecto que se encuentra a cincuenta minutos de Nueva Delhi. Así que me han pedido otra vez que reincida
¿Cuando recibís estos pedidos trabajas en función del tiempo de entrega o te tomás lo necesario para que surja la parte creativa?
Tuve buena suerte, porque el pedido fue extraordinario, lo más importante que me pasó en mi vida. Pero por otro lado vino una pandemia, -porque esto pasó en 2019- que me atrasó la entrega y la inauguración del Hotel Tower Office, entonces me dio más tiempo de recapitular y entender mejor la obra. Yo seguí trabajando y cuando termina el aislamiento me piden que la obra siga su curso, así que la entregué recién hace cuatro meses.
La muestra que estás exponiendo en Mendoza tiene una profundidad sorprendente, mucha translucencia en los colores y la capacidad de trasladarnos hacia adentro de la obra. ¿Fue tu intención inicial o se fue dando conforme progresaba la creación?
Es todo junto, la técnica favorece, le debo muchísimo Zdravko Dučmelić en mi formación, un croata-mendocino extraordinario, él trabajaba con esta idea de que la pintura es como varios vidrios de color superpuestos a la luz y esa era la pintura. Empezaba con una grisalla casi como los renacentistas y los flamencos, e iba poniendo capas y capas, hasta conseguir esa capa de vidrios de colores de la que él hablaba. Creo que eso también ya lo tengo tan incorporado, que llega solo. Esa profundidad la vio también mi mujer, Karina (Pahissa).
¿Qué dificultades creativas afronta un artista?
Quizás lo más difícil de representar sea la atmósfera: acá en el espacio entre nosotros y ese objeto, o ese árbol, hay un espacio. Para el artista representar este aire es lo más complicado.
En la ceremonia del té dice, se dice que lo más importante no son los sacerdotes que están en esa ceremonia, o la tetera en la ebullición y el color ámbar del té, ni el sonido de los árboles que dan a la ventana, o la circulaciones de aire, o los cruces de perfumes de plantas y flores. Lo más importante para la ceremonia del té es el aire entre los comensales, es la atmósfera. Todo esto que está acá ahora, sin nosotros, sin las personas que estuvimos hoy, es solo una arquitectura de paredes, porque no está lo más importante que es, justamente, el comensal. Y es esa atmósfera lo que me interesaría que se viera en la obra. Entonces cuando uno entiende eso, entiende la obra.
Tampoco me propongo que la obra sea profunda. Hay como una fórmula mágica dentro del arte, que usaban mucho los impresionistas que era utilizar los complementarios. Si acá (señala el pasto) hay un dominante verde, allá (indica una parte de cemento bajo techo) habrá un rosáceo, que uno no alcanza a ver porque es imperceptible, pero que forma la atmósfera.
¿Cómo es un día de Eduardo Hoffman cotidiano, sin galerías, ni viajes, ni el renombre de la obra?
Divinos. Llego como cualquier persona que llega a su oficina de trabajo, es un estudio muy cómodo. Me pongo sine qua non el mate, pongo el agua a calentar, el aroma de una buena yerba, de esas que están estacionadas 24 meses, con aroma ahumado, un mate chico, para que no me ponga muy al palo. Y ahí, con el mate en la mano miro un poco a mi alrededor lo que ha pasado el día anterior, porque me voy pensando que voy a hacer mañana, con esa sensación de que mañana puedo continuar. Entonces voy empezando de a poco, no sé en qué momento comienza y termina una obra. Hay tanta obra nueva en mi taller y no sé en qué momento pasan esas cosas. Pero es una sumatoria de muchas horas, de la voluntad, de la continuidad sobre todo. No me voy a presionar para ser un pintor, sino que es lo que más me gusta, tengo la suerte de haber elegido mi profesión.
Hablaste de que estás escribiendo y también de la posibilidad de hacer un documental
Sí. En Buenos Aires hace mucho calor, mi taller es muy grande, tiene una chapa arriba y no hay manera de refrigerar esa escala. Entonces me retiro a un lugarcito que tengo, bien fresco, y me pongo a escribir para no perder cada vez que he relatado una historia.
Ahora tuve la suerte de estar con Lucila Polak, la ex mujer de Al Pacino, en Los Ángeles, ella también es argentina. Yo relaté una historia en una mesa con actores de Tarantino y el director americano Nicolás Mayer que hizo “Viaje a las estrellas” que fue el guionista de “Star Trek” y de “Los Médici”, y Lucila me la tradujo perfectamente, porque vio que yo me trababa buscando las palabras justas para contar la historia sin que perdiera sentido. Y tuve a una mesa de tipos capísimos, actores y actrices enormes, expectantes de cómo iba yo a rematar el final. Entonces ella me dijo “tenés que escribirla, que no muera en una charla de una comida”.
Yo ya venía escribiendo algunas cosas y decidí seguir haciéndolo. Giulietta Masina, la mujer de Fellini, decía que él no era un estafador, pero que si él contara las historias tal cual son, dejarían de ser historias para cine.
Te digo en serio, y no es falsa modestia, no sé si soy un artista hecho y derecho, tengo mis dudas, porque conozco tanto de arte que cuando realmente te pones a Clyfford Still, a Louise Bourgeois o a Pablo Picasso, Henry Matisse, Monet, no he alcanzado esa genialidad ni creo que la alcance jamás. Pero de lo que sí estoy seguro, es que la vida de ellos ha sido muy similar a la mía. Mi vida es la de un artista, no sé si el resultado.
¿Y el proyecto de hacer un documental?
Sí, a todo esto que te conté le he sumado un gran fotógrafo que es Charlie Navarro, con quien estamos haciendo documentales sobre estos cuentos, pero relatados en vivo con cierta animación, voz en off, que los he dibujado. Es bastante interesante porque lo que voy contando tiene animación, así que puede ser algo de impacto visual.
¿En qué etapa está el proyecto?
Está en la etapa que hemos filmado ya como siete capítulos, a eso ya le empecé a hacer las animaciones yo, y después viene lo más difícil que son las ediciones, la depuración en los cortes, todo eso que se complica. Ya los crudos están todos.