Lady Di murió el 31 de agosto de 1997 y desde entonces una de las personas que más compartió con la princesa de Gales en el día a día guardó silencio. Se trata de Richard Dalton quien fue su peluquero pero también su confidente en el tiempo que le sirvió a Diana, encargado de que su cabello siempre luzca prolijo como debía tenerlo un miembro de la realeza.
A 27 años de la muerte de la madre de los príncipes Harry y Guillermo, Dalton hizo algunas revelaciones en el libro It’s All About The Hair: My Decade With Diana (Se trata del pelo: una década con Diana), en el que participó junto a su amiga, Renae Plant, comisaria del Museo Princesa Diana.
“Como súbdito leal a la Familia Real, nunca compartí nada públicamente hasta ahora para protegerla (...) Tengo 76 años, la misma edad que [el Rey] Carlos, y quería documentar mi verdadera historia. Ahora me siento cómodo: han pasado 27 años y nada en mi libro es perjudicial para Diana. Solo recuerdos maravillosos”, expuso el peluquero.
Respecto a la relación de la princesa con quien en es momento era el príncipe de Gales, hoy el rey, contó: “Diana estaba perdidamente enamorada de su marido. La veía día tras días. El amor que sentía por él era genuino”, asegura.
“Se trata del pelo: una década con Diana”
El peluquero estuvo a cargo durante diez años del cabello de la princesa, que si bien siempre mantuvo su icónico cabello corto y rubio, lució algunos peinados que quedaron en la historia. Uno de ellos fue el día que se hizo un moño en el pelo para la apertura del Parlamento británico de 1984, con el que acaparó todas las miradas.
Como era de esperarse, este cambio en el look de Lady Di molestó a la reina Isabel II, a quien no le gustó nada que su nuera haya acaparado todo el protagonismo con su extravagante cabello.
Desde ese momento, Diana siempre llevó el pelo corto, que no solo la favorecía y la hacía verse siempre prolija, sino podían retocarlo junto con su peluquero en cuestión de pocos minutos y en los lugares más insólitos.
Según contó Dalton, peinó a la princesa en los baños de los aviones, para que ella descendiera de la nave radiante, como si recién saliera de la peluquería. Incluso, se ocupó del peinado de Diana en la bacha para lavar los platos de su cocina.
El modus operandi para dejar a la princesa impecable era casi siempre el mismo. Él iba a diario al Palacio de Kensington, donde la Princesa vivía, a primera hora de la mañana, y la arreglaba. Además, la acompañó en algunas giras reales y ayudó a formar la imagen icónica que hoy tenemos de ella.