Hay que reconocer que El Sindicato (The Union), estrenada en estos días en Netflix, es de esa clase de películas que da (casi) todo lo que promete. Y si uno no anda muy exigente con las promesas, si anda desilusionado cada dos por tres con alguna de estas propuestas con las que se cruza en las plataformas, no hay demasiado margen para la decepción.
Claro que, en cambio, si uno es un poco (apenas un poquito) más exigente, la cuestión puede ser más peliaguda y pasarse viendo la hora y media que dura esta película –protagonizada por Halle Berry y Mark Wahlberg, con dirección de Julian Farino—, aunque se pase volando, resulte una pérdida de tiempo.
Vamos a intentar ir por la vía del optimismo, entonces, y contar, en principio, de qué va la cosa con El Sindicato. Muy rápidamente se nos presentan los personajes: la bella Halle Berry es Roxanne, una ¿agente secreta?, no lo sabemos bien, muy entrenada y dispuesta. La película comienza con ella, que está liderando una operación arriesgada y que parece controlada, pero de pronto todo sale mal. Por otra parte, el apuesto Mark Wahlberg es Mike McKenna, un típico obrero de la construcción despreocupado y bonachón, siempre bien rodeado de amigos.
Llega, entonces, el momento de juntar a estos personajes, y nos enteramos por Roxanne que Mike es un viejo compañero suyo (luego veremos que ha sido algo más que eso) y que, cree, cumple con todas las condiciones que se necesitan para una nueva misión. Así, la morocha va en busca de su viejo amigo y lo convence para que se sume a lo que es, en realidad, El Sindicato, una organización secreta al estilo de las muchas que hemos visto en la historia del cine, al estilo Misión Imposible, operando en las sombras.
Los condimentos que busca mezclar la película están claros: la comedia y la acción. Sólo por nombrar a dos ejemplos recientes (ya que, de otro modo, la lista sería larguísima), es lo que sucede con Profesión peligro (con Ryan Gosling y Emily Blunt) o Bad Boys 4 (con Will Smith y Martin Lawrence), con dispares resultados. En El Sindicato se suma, a todo eso, la cuestión de que la historia nos ponga como héroe a un tipo común, fuera del ámbito de los espías y persecuciones, y que es arrastrado a cumplir con un deber inesperado. Si nos remontamos en el tiempo cinematográfico, la historia nos muestra también infinidad de ejemplos, entre los que tal vez el mejor sea Intriga internacional (North by Northwest, 1959), de Alfred Hitchcock.
Para ver el panorama general, la cinta de Farino se permite algunas buenas escenas de acción. No son un prodigio de originalidad, pero están garantizadas las persecuciones, los escapes, los saltos y las explosiones. Hay momentos de cierta intriga que, si bien no son del todo atrapantes, permiten hacer avanzar el argumento. Lo que se extraña, sin embargo, es una verdadera «química» entre los actores protagónicos, que no está del todo bien resuelta. La historia los junta, intenta explotar cierta tensión sexual entre ambos, pero se queda literalmente en los amagues y, sin eso, no hay mucho más que alguna complicidad expresada en risitas y chistes sobre el pasado común.
Otros personajes, que podrían aportar grosor interpretativo, tampoco aportan mucho, y eso que vemos por ahí a J. K. Simmons (aquel del inolvidable antagonista de Whiplash) o a Lorraine Bracco (recordada por Buenos muchachos).
Al fin, cuando uno se da cuenta, la película ha pasado sin problemas, pero que cierto gusto a poco. Aun así, sin dudas, para la sobremesa de una cena que no terminó tarde, el conjunto de escenas vertiginosas y cierto rictus de sonrisa en la cara por algún gag de los que ofrece El Sindicato, tal vez, puedan bastar.