Enrique Pfaab, ganador del Premio Vendimia de No Ficción 2024: “Es un libro para que mis hijas sepan quién fue su padre”

Con una colección de textos breves, muy personales y que dialogan con la poesía, Enrique Pfaab, periodista de Los Andes, se quedó con este premio. De ello habla en esta charla.

Enrique Pfaab, ganador del Premio Vendimia de No Ficción 2024: “Es un libro para que mis hijas sepan quién fue su padre”
El periodista de Los Andes ganó el Premio Vendimia 2024 en la categoría No ficción por su libro "Si preguntan por mí".

“Estos textos no tienen nada que ver con la crónica y para mí representan una experiencia nueva” señala Enrique Pfaab cuando intenta definir su libro Si preguntan por mí. Un jurado compuesto por Facundo García, Nicolás Munilla e Ignacio de la Rosa supo apreciar la calidad de esa colección miscelánea de textos, tanto como para consagrarla con el Premio Vendimia 2024 de No Ficción.

Enrique es oriundo de San Carlos de Bariloche, pero se radicó en Mendoza en 2005. Tiene publicados varios libros de cuentos y crónicas periodísticas, entre ellos Relatos de Rodeo del Medio (2017), El ánima parada y veinte sucedidos de pagos chicos (2018), Hipólito Bouchard, el libertador de los mares (2019), La vida al borde (2022). Fue finalista del Premio Internacional Mujica Láinez de Cuentos en la edición 2019 y recibió el 1º Premio del Certamen Literario Vendimia en la categoría Crónica y el 3º Premio Certamen Nacional Osvaldo Bayer (relatos), ambos en 2022.

—¿Que nos podés contar sobre el libro con el que ganaste?

—Es un libro que se había publicado en una adaptación digital, en septiembre del 2024. Esa versión digital la publicó Peras del Olmo y fue un trabajo que hicimos con el editor Rubén Valle. Se trata de textos que tenía reunidos, en parte, en las redes sociales, en Facebook y, en parte, cosas ya publicadas por mi lado. A Facebook yo la utilizo casi como una libreta de apuntes, para escribir cuestiones que no tienen nada que ver con el periodismo. Una especie de desahogo y como un intento de literatura, como para volar un poquito y desprenderme de la dureza de la realidad, y poner algunos sentimientos y sensaciones. Entonces este libro es narrativa breve, un conjunto de relatos costumbristas, de sensaciones personales, autorreferencial en muchos aspectos, pero siempre pensando en que el lector se refleje en esos textos, se sienta identificado. Son ciento y pico de textos distribuidos en unas ciento y pico de páginas. Están diagramados como si fuera un viaje en tren, con una estación de partida y estaciones intermedias, algunos pasajeros, algunos paisajes y alguna estación terminal.

—¿Qué significa para vos haber ganado el Vendimia?

—Yo había ganado hace dos años el Premio Vendimia en la categoría Crónica. Ahora la han rebautizado como No Ficción. Entonces me cuestioné si valía la pena presentarme con un trabajo para la misma categoría que hace dos años, pero como estos textos no tienen nada que ver con la crónica y para mí representan una experiencia nueva, me presenté pensando en ver si esto funciona y también en que estaría bueno tener una edición papel. No tengo espalda como para hacerlo por mi cuenta, así que pensé que, si ganaba, podría imprimir ejemplares de este libro, que a mí me gusta y que, como lo digo por ahí en el prólogo, es como que para que mis hijas algún día puedan contar quién fue su padre.

—También has incursionado antes en la historia y en el rescate de leyendas, pero tu obra siempre está vinculada más que nada a la crónica, al periodismo…

—Sí, bueno, tengo ese libro de investigación histórica que es Hipólito Bouchard, el libertador de los mares y luego El ánima parada, que juega un poco con esas historias medio fantásticas que circulan en los pueblos, relatos que se van transformando en leyenda de a poco. Pero mi obra principalmente siempre estuvo sujeta a la realidad, me considero un escritor realista. Con Si preguntan por mí, en cambio, me permito escapar, salirme del periodismo, jugar un poco más, ser más intimista. y liberarme de todo lo anterior que he escrito, por lo menos de lo publicado.

Un texto de Si preguntan por mí

Cinco minutos

Mi viejo siempre se levantaba temprano. Prendía el fuego, calentaba el agua y se ponía a matear sentado al lado de la cocina a leña. De grande me di cuenta que su madrugar tenía relación con la necesidad del silencio y la reflexión en soledad.

Al mediodía, después de preparar el almuerzo y comer, el cansancio lo vencía. Pero, por alguna razón, no se permitía dormir siestas largas. Anunciaba que se tiraría “cinco minutos” (lo decía en alemán, fünf minuten decía) y se desmayaba en la cama. Con mi hermano deseábamos que ese descanso se estirara. Era nuestra posibilidad de jugar, de hacer lo que se nos diera la gana porque después había que trabajar.

Sin embargo, mi viejo se despertaba a los cinco minutos, quizás a los diez con mucha suerte. Se levantaba de un salto, casi siempre malhumorado por haber perdido tanto tiempo, por haberse dado el permiso del descanso. Nosotros pagábamos el precio. Y el cansancio aparecía otra vez a la noche, nunca muy tarde. A las diez, después de la cena, otra vez sentado junto a la cocina a leña y con un vaso de vino templándose arriba de ella, cabeceaba y se quedaba dormido.

Nunca se iba a la cama antes que nosotros. Era otro rato de soledad y, de paso, no lo veíamos derrumbarse. Heredé ese reproche hacia el descanso. Lucho con él, pero fracaso. Durante mucho tiempo, creo que hasta que murió, sólo conservé el recuerdo de su malhumor después de la siesta de cinco minutos. Ahora puedo analizar otras cosas, pero ya es tarde.

Enrique Pfaab

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