Hay que reconocer que “Envidiosa”, pese a todos sus puntos criticables, cumple su función de entretener, de maratonearse fácil, de sacar unas buenas risas y presumir, además, de una realización impecable a la altura de Netflix.
Adrián Suar, el creador, acudió (como sello de garantía del proyecto) nada menos que a su ex esposa, Griselda Siciliani: es comprobado que tiene pasta para la comedia física (recordar “Educando a Nina”, donde alternaba dos personajes antagónicos), aunque los más cinéfilos seguramente también lamentarán que haya vuelto a la comedieta frívola, tras su exitoso intento de despegar como actriz internacional con los filmes “Sentimental” (de Cesc Gay, que le valió ser nominada como revelación en los Goya) y “Bardo” (dirigida por el oscarizado Alejandro González Iñárritu). Ahora, Siciliani vuelve a una zona de confort que la mentiene en la popularidad, pero que no la desafía en absoluto.
Pero vamos al argumento: Vicky es una mujer de mediana edad que sufre una crisis profunda, tras separarse de su novio (Martín Garabal) tras varios años de convivencia. Y, para peor, se ha casado con otra mujer más joven, lo que provoca que todos los mandatos sociales de “Susanita” salgan a flote en ella. Para empezar, se propone conseguir un esposo urgente.
Sin embargo, Vicky no es una persona querible, con la que podamos generar fácil empatía. Es, como anticipa el título, la envidia hecha carne. Le cuesta disimular su fastidio ante el éxito de los otros, y vive atenta a cuánto ganan sus amigos, las cosas que tienen, si son felices con sus parejas y los logros que concretan. Todo la llena de odio, y esa condición grotesca es lo que motoriza el humor de esta serie, dirigida por Gabriel Medina.
Ojo: no es la primera vez que Suar sabe sacarle el jugo a un personaje antipático. Lo hizo antes con Valeria Bertuccelli en “Un novio para mi mujer” (2008), pero solo el tiempo dirá si Vicky logrará ser igual de icónica que La Tana Ferro (apostaríamos que no).
¿Pero hay escenas divertidas en “Envidiosa”? A montones. Todas potenciadas por uno de los contundentes puntos a favor que tiene la serie, además del propio protagónico de Siciliani: un elenco de actorazos secundarios, como Pilar Gamboa, Violeta Urtizberea, Marina Bellati, Bárbara Lombardo (su hermana y sus amigas), Susana Pampín (su madre), Leonora Balcarce (compañera de oficina) y Lorena Vega, su psicóloga, de importancia crucial porque a través de sus conversaciones es que nos vamos enterando de sus ocultos sentimientos de “envidiosa”.
Como punto en contra, la serie se empantana en el cliché. Que los lugares comunes funcionan, está más que demostrado, y hasta ayudan a darle forma a un género como la comedia romántica. Pero, como aquí se abusa de ellos, muchos podrán predecir a “Envidiosa” episodio por episodio con exactitud milimétrica. Por ejemplo (y no es spoiler) Vicky está empecinada con engancharse a su jefe (Benjamín Vicuña), cuando su mejor opción está todo el tiempo frente a sus narices: el fiel y mucho más modesto empleado de rotisería interpretado por Esteban Lamothe (la buena química viene desde “Educando a Nina”).
Pero hay, sobre todo, una incongruencia en el registro general de la serie. Los diálogos, las opiniones, los estereotipos, los códigos de humor y todo, parecen salidos de una telenovela de hace décadas atrás. Es como si Suar hubiese remozado una idea noventera según los estándares visuales de Netflix.
Para que sirva de contraposición: otras comedias argentinas en el streaming como “Porno y helado” (de Martín Piroyansky, en Amazon Prime) y especialmente “División Palermo” (de Santiago Korovsky, también en Netflix, con la que comparte varios actores) resultan mucho más frescas y desenvueltas.
“Envidiosa” parecerá, para una parte importante de la audiencia, pasada de moda. Un producto de otra época. Lo que no quita que, en su función de hacer reír, sea cumplidora.