Mientras el mundo melómano celebra los 50 años de El lado oscuro de la luna, el clásico disco de Pink Floyd, muchos tal vez siguen soñando con la vuelta de esta banda inglesa que está considerada una de las más importantes de la historia.
Sin embargo, aunque no había promesas, el grupo se encuentra disuelto y eso alimenta en muchos de sus fans el afán de un regreso que pueda darle un resto de vida a una propuesta que tanto ha dado desde su irrupción en 1967.
Las esperanzas tal vez reflotaron en algunos cuando, el año pasado, bajo el nombre de Pink Floyd, los dos miembros que mantienen la “marca” de la banda sacaron un tema nuevo. Aunque esta tenía muchas particularidades.
La canción se llamó Hey Hey, Rise Up! (“¡Oye, oye, levántate!”) y reunió al último líder del grupo, David Gilmour, con el baterista original y único en aparecer en todos los álbumes, Nick Mason, con los músicos Guy Pratt (bajo) y Nitin Sawhney (teclados). La canción tenía carácter de urgente y conformó poco a los que sólo aspiran a buena música, ya que la idea según el propio Gilmour era hacer una llamada pacifista ante la guerra de Ucrania.
No por nada el tema se basaba en un escalofriante estribillo del cantante ucraniano Andriy Khlyvnyuk, de la banda Boombox.
Pero, la verdad, si eso era materia muy escasa para alimentar el fuego de un regreso cabal de Pink Floyd, las esperanzas parecen haberse disuelto para siempre a tenor de lo que acaba de suceder a la vista pública y que representó un enfrentamiento entre el propio Gilmour y el anterior líder del grupo, Roger Waters, figura fundamental de la etapa más brillante de los Floyd, pero quien dejó la banda (en medio de conflictos y demandas judiciales) por allá por 1985.
Es cierto que por esos tiempos, cuando Waters dejó el grupo y creyó que con su partida este se acababa, ya había habido mucho fuego cruzado entre él y Gilmour, quien decidió seguir adelante con el nombre de la banda y ganó la batalla legal. Pero en los años que siguieron hubo idas y vueltas: peleas, dardos, discos sin Waters, pero también esporádicas reuniones, como la de 2008 en Live Aid.
El episodio que acaba de darse, sin embargo, es tal vez el más fuerte y muestra que jamás será posible ya una reunión que vuelva a tener a los más importantes miembros del grupo (descontando a los fallecidos Syd Barret y Rick Wright). Y es que la esposa de Gilmour, la escritora Polly Samson (quien supo suplir con sus colaboraciones líricas el hueco que dejó Waters) lanzó en las redes un durísimo ataque contra Waters que sorprendió a muchos.
Todo surgió, al parecer, luego de una incendiaria entrevista de Waters, en la que destiló por un lado cierto progresismo políticamente correcto y por otro alguna incorrección, como el apoyo a Rusia en el conflicto con Ucrania.
Al parecer, eso colmó la paciencia de Gilmour y Samson y esta última decidió salir con todo por Twitter: “Roger Waters, lamentablemente, sos antisemita hasta la médula. También apologista de Putin. Y un mentiroso, ladrón, hipócrita, evasor, hacés playback, misógino, enfermo de envidia y megalómano. Basta de sinsentidos”.
Si eso, que venía de la esposa de Gilmour, ya parecía mucho y de altísimo volumen, el guitarrista y cantante de la última etapa de Pink Floyd quien le echó finalmente el cerrojo, con un tuit en otro tenor, pero igualmente lapidario. Citando el escrito de su esposa, dijo simplemente: “Cada una de las palabras (de Polly Samson) son comprobadamente verdaderas”.
Gilmour y Waters ya rondan los 80 años, pero la vejez no parece haberles traído serenidad en su histórica pelea. De hecho, todo lo contrario. Así que si alguien quería tener pruebas acerca de que la vuelta de Pink Floyd, mediante la reunión de dos de sus más importantes figuras, era posible, parece que no. Tras estas declaraciones, al parecer, ya no hay vuelta atrás.