¿ “Joker 2: Folie à Deux” es realmente una decepción, como toda la crítica ha coreado desde su estreno en el Festival de Venecia? La respuesta es más sí que no. No hay dudas de que esta secuela, que llegó a los cines argentinos el pasado jueves, no es lo que la mayoría de nosotros esperábamos de ella. Es reflexiva e incluso triste, pese al brillo musical, y está lejos de ser la épica de un antihéroe.
Protagonizada nuevamente por un soberbio Joaquin Phoenix, en el papel de Arthur Fleck (más demacrado y atormentado que antes), y (una desaprovechada) Lady Gaga, en el papel de Lee Quinzel, la historia se retoma justo en donde quedó la película anterior. Él, arrestado en una cárcel-hospital psiquiátrico a la espera del juicio por haber matado a cinco personas, conoce a una extraña fanática suya, con quien comienza una idílica “locura para dos”. Y hasta aquí lo que sabíamos de la película de Todd Phillips.
Antes de sentarse en la butaca conviene volver a ver el filme de 2019. Así, teniendo las dos películas a la par, tenemos más en claro que “Folie à Deux” no es lo que habría sido una secuela convencional, en la que podríamos haber visto la evolución hacia la apoteosis de un antihéroe, hacia el momento en el que se termina de reconocer a sí mismo como Joker. Eso es lo que nos prometía la película anterior, donde veíamos a un Fleck empoderado en su alterego, liderando involuntariamente una violenta rebelión. Ahora, ajústense los cinturones, porque la historia da un volantazo inesperado.
Mezcla de musical y drama carcelario y judicial, “Joker 2″ es la disolución del Guasón en un absoluto patetismo, más que en el empoderamiento de un villano. Aunque todo el mundo le pida un chiste, no logra encender ni una chispa de humor ni de cinismo; pasa largos ratos conflictuado sobre quién es él mismo, en una crisis de identidad influida también por Lee (porque ella está enamorada del Joker, no de Arthur Fleck); cuando se pinta la cara de payaso, rápidamente se autoaniquila; cuando se encuentra con los fanáticos rebeldes, que usan máscaras en su honor y lo defienden afuera del Tribunal, no se reconoce en ellos.
Phillips, quien supo transformar Ciudad Gótica en una estimulante oda a Scorsese, vuelve a darnos una película de autor: aunque no del autor que podríamos haber esperado.
Es que en “Joker 2″ los mejores momentos son precisamente los cuadros musicales, que -paradójicamente- era lo que causaba más dudas entre los fanáticos de las películas de superhéroes (que, por si no quedó claro, está lejos de ser una). Arthur Fleck, quien conoce a Lee Quinzel en un grupo de musicoterapia para reclusos del nosocomio, vive su romance a través del amor a la música que ella le incita. La mayoría de las canciones vienen de viejos musicales, y el diseño de producción vintage potencia la idea de que él vive en su propia fantasía, en la que hasta baila tap. De hecho, sus encuentros con Lady Gaga son los puntos de tensión más interesantes de la película. Ella da todo como cantante, aunque su potencial como actriz (que sí que lo tiene) no termina por despuntar.
En síntesis, “Joker 2: Folie à Deux” no es lo que esperábamos, aunque en su extraña lógica interna no termine de ser una mala película. Hay que sacarse las expectativas y extraer el disfrute que se pueda de todo esto.