Si algo poseía Cristian Delhez era imaginación. Una posesión que venía de los genes, a decir del crítico Andrés Leonardo Cáceres, uno de los que mejor conocieron y explicaron su obra. Fallecido hoy a los 76 años, tras no poder superar una operación cardíaca en el Hospital Español, Delhez llevó en lo más hondo el mandato del arte, que heredó de su padre, el genial e inolvidable Víctor Delhez, y transmitió a su hijo Iván.
“Alegría, humor corrosivo, ironía fina, quietud aparente, sostenido juego de líneas sensibles y sutileza cromática se conjugan en sus trabajos para ofrecer otro universo, semejante al nuestro pero distinto, fantástico pero verosímil, ficticio pero tan real como el de los sueños y las pesadillas, en un canto admirable a la imaginación estética”, fueron algunas de las palabras de Cáceres para describir el estilo delheziano.
Como su padre, fue un eximio xilografista y grabador, dibujante y pintor. En todas estas técnicas se destacó, pero logró el reconocimiento internacional especialmente como grabador. Así lo atestiguan la cantidad de premios recibidos por ello, desde la Primera Mención de Honor en la I Exposición latinoamericana de Grabado (Quito, Ecuador, 1985) hasta el Gran Premio de Honor Presidente de la Nación en el Salón Nacional de 1999 en Buenos Aires. El grabado fue también lo que enseñó desde 1976 en la FAD de la UNCuyo, marcando a generaciones de alumnos y alumnas.
“Cada dibujo, con color o en blanco y negro -escribió Cáceres en un texto que difundió ayer en redes sociales-, no es más que un pedazo del alma de Delhez, alma proteica que, a través de la plástica, ejerce su derecho a opinar sobre el mundo con una capacidad artística de primer orden”.
Esa capacidad de enunciar el mundo con convicción y originalidad es lo que hoy se extinguió y, desde ahora en más, se extrañará.