El 10 de octubre se recordó un nuevo aniversario del fallecimiento del gran escritor mendocino Antonio Di Benedetto, nacido el 2 de noviembre de 1922. A la vez, la comunidad literaria internacional conmemora en 2024 el centenario del fallecimiento de Franz Kafka, nacido en Praga (Chequia) en 1883. La relación entre ambos no es ociosa: de hecho, ha sido puesta de relieve en forma reiterada por la crítica, hasta el punto de que algunos llaman a Di Benedetto “el Kafka latinoamericano”. Así por ejemplo, Diego Niemetz (2017), en “K. de Kafka y Z. de Di Benedetto. Un comparatismo desde los márgenes”, plantea desde el título un acercamiento entre Diego de Zama, protagonista de la más famosa novela del mendocino y el escritor checo, a partir de la detección de ciertos motivos comunes, v. g., “la presencia de lo animal, la función de lo onírico, el uso y entendimiento del poder y de las relaciones amorosas […] elementos que remiten a la obra de Kafka, y que puede rastrearse con pertinencia en la obra dibenedetteana” (p. 111).
Otro punto de contacto que puede plantearse entre ambos escritores, desde el punto de vista de la genérico, es el recurso a la parábola como cauce expresivo, de la que ambos escritores se valen a fin de expresar sus reflexiones, en narraciones que hacen foco en la condición humana y sus conflictivos vínculos con la alteridad.
En cuanto al término “parábola”, ha mutado a lo largo de los siglos. Etimológicamente, proviene del latín, y este, del griego: “arrojar a un lado”. Señala, por lo tanto, la coexistencia de dos elementos, uno junto al otro. En el campo de los estudios literarios se la define como “una narración ficticia cuyo significado literal, por un procedimiento metafórico o una analogía, remite a otro significado moral, filosófico o religioso” (Garrido Gallardo, M. A.: Diccionario Español de Términos Literarios Internacionales, 2015. Recuperado de http://www.proyectos.cchs.csic.es/detli/sites/default/files/Par%C3%A1bola.pdf).
Como categoría retórica, ha sido definida como una historia reflexiva, compuesta para revestir y velar una enseñanza, con lo que se pone de relieve su carácter didáctico. En la obra de Kafka se propone como un velo que lleva a la ambigüedad y se abre una lectura polisémica y “poliédrica”. En su utilización por parte del checo confluyen varias tradiciones, entre otras la ocultista del jasidismo o tradición del judaísmo oriental. Kafka leyó seguramente los libros centrales del misticismo judío, como el Zohar (en idioma hebreo זהר zohar, “esplendor”, que, junto al Séfer Ietzirá, es el libro central de la corriente cabalística, escrito por Shimon bar Yojai).
Como prueba de este aserto puede verse, por ejemplo en la “Metamorfosis”, a partir del despertar de Gregorio Samsa transformado en un insecto gigante, la idea del riesgo que el hombre afronta cada noche, porque puede ser sometido a juicio durante el sueño, y castigado mediante la reencarnación en algún ser monstruoso (la Kábala del exilio, a diferencia de otras, postula la transmigración como medio de purificación del alma). Acerca de la extensión del género parabólico en Kafka pueden leerse también las “Parábolas y paradojas” recogidas en un volumen publicado por primera vez en 1935 (se trata, en realidad, de un conjunto de fragmentos, anotaciones y variaciones de textos, extraídos de cartas, cuadernos de notas y otras obras del autor).
Por mi parte, en un trabajo realizado y publicado hace ya varios años (concretamente, en 1995), sobre la colección de cuentos “Mundo animal” (1953), de Antonio Di Benedetto, me preguntaba acerca de–o más bien problematizaba- la cuestión genérica, a partir de las palabras (o instrucciones de lectura), en cierto modo capciosas, que el autor estampa en el “Borrador de un reportaje” que antecede a los cuentos. Allí se lee, entre otras afirmaciones, lo siguiente: “Esos cuentos son fábulas; los irracionales asumen personificaciones; el libro lleva propósitos moralistas y es una convocatoria, con intermediaciones de crueldad y horror, a la meditación sobre la perfectibilidad del ser humano” (p. 9).
A partir de ello, señalaba en aquel artículo que –aun sin desconocer el dato relevante que constituye en estos textos la presencia de animales con valor de símbolos (una constante dibenedettiana, por otra parte), aun teniendo en cuenta eso, me parecía más acertado hablar de “parábolas” y no de fábulas, ya que la profundidad de su contenido –que alude al insondable misterio del corazón humano, con sus extremos de bondad y maldad, así como el desgarrante testimonio que contienen su lecciones éticas implícitas, exceden la simple “moraleja”.
En mi lectura tomaba (y tomo) en consideración el concepto de parábola y las características del discurso parabólico, como perteneciente tanto a la esfera de la enseñanza religiosa, como a la esfera literaria y dentro de esta, como una modalidad que podría incluirse, en un sentido amplio, dentro de lo fantástico: en primer lugar, el hecho de que en la parábola la acción misma es significativa, es “más bien que narración un cuadro, con más elemento dramático que épico” (Castellani, 1977: p. 478) y tiene, como se dijo, un valor ejemplar en relación con una conducta que hay que imitar o evitar. La parábola involucra a un personaje que se enfrenta a un dilema moral para luego sufrir las consecuencias de esa elección.
Con esta forma particular de escritura Di Benedetto podría incorporarse a un fenómeno particular de escritura que acaece tanto a nivel global, como –más restringidamente- en nuestras letras locales y que de algún modo coincide con lo que Alazraqui –entre otros- denomina “neofantástico”. En ese contexto, “Mundo animal” se integra y se singulariza, del mismo modo que en relación con el contexto de la literatura de Mendoza. Como obra primeriza (o a pesar de ello) esta colección de cuentos contiene en germen varias constantes, tanto temáticas como estilísticas, de nuestro autor.
En efecto, se advierte cabalmente lo que Graciela Maturo describe como “una dramática representación del absurdo de la existencia” (1967) y también “una indagación del mundo ajeno a la razón”. Precisamente, esa correspondencia o paralelismo de los planos real / irreal muestra lo que será una constante dibenedettiana: la permanente duplicación, el desdoblamiento y, en última instancia, la desintegración; valga como ejemplo un fragmento de “Mariposas de Koch”, de la citada colección:
“Así es como han empezado a aparecer estas mariposas teñidas en lo hondo de mi corazón, que vosotros, equivocadamente, llamáis escupitajos de sangre. Como veis, no lo son, siendo, puramente, mariposas rojas de mi roja sangre. Si, en vez de volar, como debieran hacerlo por ser mariposas, caen pesadamente al suelo, como los cuajarones que decís que son, es sólo porque nacieron y se desarrollaron en la obscuridad y, por consiguiente, son ciegas, las pobrecitas” (1953, p. 14).