“Buenos Aires… yo podría vivir ahí”, le dijo en Miami a fines de 1997 Keith Richards a Clarín.
-¿Hay mudanza a la vista?
-Lo consideré, pero después pensé en todos esos chicos gritando “¡Olé, olé, olé, Ri-chards, Ri-chards!”. No sé si podría vivir eso todos los días. Es muy lindo, pero…
Ah, qué hermoso mentiroso Keith. Hoy está pasando lo que muchos pensaron que nunca iba suceder: Keith Richards cumplió ayer 80 años, cuando en la década del ‘70 tenía todos los números de la rifa para no llegar a los 40. Mientras, fue enterrando a unos cuantos.
Algunos deseamos que el viejo chiste se haga realidad y llegue el momento en que no queden sobre este planeta otros seres vivos que “Keef Riff Hard” y distintas especies de cucarachas. “Nadie estuvo en esto tanto tiempo como yo, y si hay alguien sólo puede ser negro… lo que es distinto”, decía en la misma entrevista uno de nuestros grandes filósofos contemporáneos.
El Stone más argentino
Definitivamente, Richards es el Stone más argentino. En los shows de los Rolling Stones, cuando Mick Jagger hacía las presentaciones del grupo, siempre fue el más ovacionado junto con Charlie Watts.
Su ex compañero Mick Taylor había venido a Buenos Aires en 1991 como apertura de Eric Clapton en River. Pero al año siguiente, Keith junto a su gran banda The X-Pensive Winos (“Los Choborra K-ros”) llegó al estadio Vélez, el 7 de noviembre. Fue la cabeza de playa para las visitas de los Rolling Stones en 1995, 1998, 2006 y 2016.
En sus giras solistas, Keith nunca había tocado ni volvería a tocar para tanta gente. Además, fue el inicio del tour presentación de su disco Main Offender, editado en octubre.
Su cariño por Argentina no es mero chamuyo, como lo prueban sus memorias (y desmemorias) Life, que por su éxito se convirtió en un modelo para posteriores autobiografías de músicos de rock: confesiones y pases de facturas a amigos/compañeros/socios, en este caso Mick Jagger.
“Fuimos recibidos con un pandemonio inédito desde principios de los años ‘70. Los Stones nunca habían estado ahí, entonces entramos en una Beatlemanía a escala completa, congelada en el tiempo y liberada para nuestra llegada”, contaba Keith, quien en plan gurú de marketing agregó: “Convencí a los Stones de que este era definitivamente un mercado donde había montones de gente a la que realmente le gustamos”.
Su primera visita
La conferencia de prensa de Keith -luciendo en su frente la bandana preferida de esa temporada más vincha de Calvin Klein (!) y tomando su trago de cabecera por esos años, destornillador (vodka y jugo de naranjas)- fue replicada por todos lados, desde el canal de cable dedicado al rock y al pop Music21 hasta el programa de Canal 13 para infantes El Agujerito Sin Fin.
Y además de Ratones Paranoicos, el grupo soporte, los fans ilustres que asistieron iban desde Spinetta hasta Pappo.
Keith había traído con él a un invitado especial, su padre Bert, de quien estuvo distanciado por muchísimos años hasta que se reconcilió a comienzos de los años ‘80.
“Cada mañana Bert se despertaba y se reía, porque escuchaba ‘¡Olé olé, olé, Ri-chards, Ri-chards!’ Esta era la primera vez que el apellido de su familia había sido cantado al ritmo de un tambor para despertarlo para el desayuno. ‘Pensé que estaban cantando por mí’, dijo.”
Con los Stones
Finalmente, en febrero de 1995, Keith volvió con los Rolling Stones para cinco River durante la gira de Voodoo Lounge, que había sido lanzado el año anterior. El agente de prensa y stonólogo Diego Perri -quien hace poco presentó su segundo libro Stones fuera de Stones- cuenta en República Stone que don Bert se paseaba con una pipa omnipresente en la cual fumaba marihuana.
Un fan del grupo de estrecha ligazón con el gobierno menemista, Juan Bautista “Tata” Yofre, se dio cuenta de que podía tachar la doble: sumar un poroto a la campaña por la reelección de Carlos Menem y conocer a sus ídolos. Y de ahí, las fotos del encuentro en la Quinta de Olivos.
Más visitas
Marzo de 1998. Detrás de la explosión de una bola de fuego, surge Keith Richards con un abrigo símil leopardo y arranca el riff de Satisfaction. Era la apertura, proyectada en la gran pantalla circular, del “Bridges to Babylon Tour”. Por primera vez desde mediados de los años ‘80, Keith dejaba ver sus canas. Le siguieron varios años de descarada tintura hasta el sinceramiento de su cabellera blanca.
En esa visita de los Stones, las canciones del segmento Keith fueron las novedades Thief in the Night o You Don’t Have to Mean It y Wanna Hold You, un tema poco conocido de 1983.
Nuevamente, Memory Motel sonó una noche, la del 4 de abril, la primera de dos históricos encuentros porteños de los Stones con Bob Dylan para tocar Like a Rolling Stone (el show siguiente, el último, fue editado oficialmente en 2019 como Bridges to Buenos Aires). En días previos, había sucedido fuera de escena otra reunión cumbre: Keith y Charly García.
Nos perdimos la gira del cuarenta aniversario del grupo, pero cuando volvieron a sacar un disco nuevo, A Bigger Bang (2005), al año siguiente y nuevamente durante febrero, estaban aquí. Esta vez fueron solo dos River, no por convocatoria sino porque los Stones ya iban reduciendo el número de apariciones en cada parada.
La última vez
Los Stones visitaron Argentina por última vez para tres fechas en 2016 en el Estadio Único de La Plata. Aunque tenían recién grabado su disco de blues Blue and Lonesome, no saldría hasta diciembre, con lo cual no tenían nada más para mostrar que su propia leyenda.
El próximo 28 de abril, los Stones comenzarán otra gira por Estados Unidos. Pese al paso del tiempo, principalmente la artritis, Richards -quien a esta altura dejó casi todos los vicios- está sonando muy bien. Prueba de eso es el lanzamiento el viernes pasado del mini-show sorpresa que la banda dio en New York para estrenar Hackney Diamonds.
Pero no importa cuándo o cómo: en esas dieciséis noches argentinas entre 1992 y 2016, Keith Richards siempre jugó de local.