“Era todo aquello como una obra de demiurgos oscuros” (78).
Samuel Sánchez de Bustamante. “La Catedral” (1980).
Entre las hipótesis de lectura que formulé en la nota anterior, planteaba la posibilidad de poner en diálogo la obra de Samuel Sánchez de Bustamante, titulada “La Catedral”, con la obra “El misterio de las catedrales”, de un también misterioso personaje conocido como Fulcanelli.
En realidad, ni “Le Mystère des cathédrales” (1926), ni “Les Demeures philosophales” (1930), la otra obra de Fulcanelli tuvieron mayor repercusión hasta los años 60, cuando un periodista aficionado a los misterios, Louis Pauwels y Jacques Bergier, publicaron el libro “Le Matin des magiciens” (1960, Gallimard), que se convirtió en un auténtico best seller de la literatura de misterio en el siglo XX.
En uno de los capítulos del libro mencionado se comenta cierta charla mantenida en 1937 por Bergier con un alquimista anónimo, que le advirtió sobre los peligros de la energía atómica. “Él supone que su interlocutor podría ser el Fulcanelli que firmó dos libros de alquimia en los años 20 [los que acabo de mencionar], aunque reconoce expresamente que era una mera elucubración suya. Sin embargo, el descomunal éxito de ‘Le Matin des magiciens’ sirvió para poner en foco la obra fulcanelliana, que automáticamente disparó sus ventas” (cf. https://es.wikipedia.org/wiki/Fulcanelli).
Pero ¿quién fue este misterioso alquimista? Los prólogos a las sucesivas ediciones de su primera obra no aportan mayores datos sobre su verdadera identidad: “Cuando escribió ‘El misterio de las catedrales’, en 1922, Fulcanelli no había recibido El don de Dios, pero estaba tan cerca de la Iluminación suprema que juzgó necesario esperar y conservar el anonimato” (Cansseliet, E. “Prólogo a la 2° edición”, en Fulcanelli. “El misterio de las catedrales”, 7° edición, 1974, p. 19). Se trata, pues, de un seudónimo “impuesto por la Tradición y conocido desde hacía largo tiempo”, nos dice Eugene Cansseliet en el prólogo a la edición de 1964 (p. 19).
El mismo “discípulo”, de todos modos, se esmera, en dibujar para los lectores una silueta con ribetes extraordinarios: integrante de los Hermanos de Heliópolis; “Maestro laborioso y sabio […] llegado a la cima del conocimiento” (Cansseliet, p. 15). Como para ir acercándonos a la novela de Sánchez de Bustamante, recordemos que también el padre del protagonista pertenece a los “Hermanos del Sol”.
Y la posibilidad de una relación con la novela del autor mendocino se basa también en el misterioso epígrafe que encabeza el texto de Sánchez de Bustamante: “Nuestra causa es un secreto dentro de un secreto, /un secreto de algo que debe quedar velado, / un secreto que solo un secreto puede enseñar, / un secreto sobre un secreto / que se basta con un secreto”, firmado por un ignoto JA’AFAR. Imán IV, y citado, tal como se indica, por Jean Charles Pinchon. De este autor sí podemos obtener algunos datos: nacido en 1920 y muerto en 2006, es autor de un “Nostradamus descifrado” (1973) y un libro titulado “La Kabbale Dénouée”, que es una historia universal de las sectas y sociedades secretas.
La idea del “secreto” funcionó en primera instancia como un disparador de lectura, y los títulos de los quince capítulos de la novela de Sánchez de Bustamante (o al menos algunos de ellos) contribuyeron a acicatear la curiosidad, en tanto parecen ir entretejiendo dos planos del relato, como luego veremos: “Los terrenos. El pozo”; “La fundación”; “Los ladrillos. Otros horizontes”; Las claves logarítmicas”; “El retorno”; “Los Hermanos del Sol”; “El destino indeclinable”; “La plus que lente”; “Verdes municipales”; “La magia del recinto”; “El Agua Lustral”; “El laberinto de los artesanos”; “Gris y púrpura” y “Eucaristía”.
Pero antes de adentrarnos en el contenido del libro, algunas palabras sobre el autor, a través de sus respuestas a la “Encuesta a escritores mendocinos” que figura en la revista Piedra y Canto: Cuadernos del Centro de Estudios de Literatura de Mendoza N° 1 (1993). Ante todo, cabe aclarar que -si bien nació y se educó en Buenos Aires- residió desde 1962 en Mendoza, donde colaboró “en Los Andes, con dirección de Di Benedetto. En El Diario y Mendoza” (p. 188) y, según su propia manifestación, “aquí en Mendoza- comencé a trabajar la novela (1962)” (p. 180).
Sánchez de Bustamante fue, además de poeta y narrador, arquitecto, catedrático de la UNCuyo y de la Escuela Provincial de Bellas Artes. Con respecto a su labor profesional, apunta: “He sido proyectista de hospitales […]. Director de obras comunitarias en barrios suburbanos o en el medio rural […] Y también arquitecto de gente pudiente. Esta experiencia con el medio rural me integró a las actividades culturales del Instituto Agrario Argentino, con Sede en La Plata. Allí di series de conferencias sobre ‘Sociología Rural’ (1945/48)” (p. 196). Fue, además, director de obras en distinto tipo de construcciones (iglesias, edificios públicos, etc.).
De su desempeño laboral extrajo las “temáticas para componer cuentos que luego organicé en libros. Tales como: ‘Cuentos de tierra y agua’, ‘Cuentos de tres cuentos’... y otros en formación, que podría titularse ‘Cuentos serranos y de llanura’... ya que algunos de ellos han sido inspirados en la montaña mendocina” (p. 197). Además de numerosos artículos en publicaciones periódicas y de obras premiadas incluidas en diversas antologías, del taller “artesanal personal” del autor (Mendoza) surgieron, entre otras, las siguientes ediciones: “Hojas dispersas” (1985. Recopilación de trabajos publicados en revistas); “Ecología urbana” (1985. Comentarios); “Cuentos infinitesimales” (1985); “La Coralito y otros cuentos” (1986); “Cuentos de tíos y otros fantasmas” (1986. Novela); “Cuentos con mujeres” (1986) y “Las Torcazas ‘74″ (1986. Soliloquio/meditación).
Otras de sus publicaciones son las siguientes: la plaqueta literaria “Éxodo”, publicada en La Plata en 1975; “Sarmiento y las Artes Plásticas”, un estudio publicado por la Universidad Nacional de Cuyo en 1965; “El cuento de mi tía”, novela con prólogo de Enrique de Gandía, premiada en el II Concurso Latinoamericano de Novela Corta, organizado por el Instituto Venezolano de Cultura Hispánica, Caracas, en 1977, y que fue editada luego en Buenos Aires por Ediciones Agón en 1984.
Y, por supuesto, la también galardonada con el Primer premio “XI Bienal Municipal de Literatura de la Municipalidad de la Capital”, Mendoza, 1978/79: “La Catedral”, publicada en La Plata, por el Fondo Editorial Bonaerense, en 1980, a la que seguiré refiriéndome en próximas notas.