Era la 1 de la mañana, ya del domingo 14 de julio, y los largos 10 años de espera quedaron en el olvido: Juan Carlos Jiménez Rufino, “La Mona Jiménez” subió al escenario y las más de 10.000 almas cuarteteras que colmaron estadio cubierto Aconcagua Arena se dejaron llevar por un ritual de música, alegría y códigos propios de la misa del “tunga-tunga”.
“Me llaman el renegado porque yo tengo mi propia ley, soy defensor de los pobres abandonados sin un porque”, con uno de sus mayores hits La Mona abrió un show que demostró al profesionalización de un género muchas veces subestimado.
“Lo escucho desde siempre. Su música me recuerda a los sábados por la mañana en mi casa, con mi mamá cantando y mi papá contento. La Mona es parte de mis recuerdos más felices. Estoy muy emocionado de poder verlo por primera vez en vivo”, confesó Sandra (45) quien llegó con su familia desde Maipú.
El Carlos tiene 73 años pero es difícil de creerlo cuando sube al escenario. Sus movimientos espasmódicos, pero coordinados al máxima con la tambora y las kongas de su banda, demuestran que está en unos de los mejores momentos de su larga carrera.
Mendoza pudo sentir “el espíritu” de los bailes del Carlos que reinaron durante décadas los viernes cordobeses. “Ya no toca todos los fines de semana, sus bailes en el Sargento (el lugar donde la Mona tocó todos los viernes por años) son parte de la historia del cuarteto. Ahora hace shows más grandes, más profesionales y está buenísimo que lo pueden ver fuera de Córdoba”, resumió Martín (35), uno de los tantos cordobeses que viajaron exclusivamente para el recital.
Hace varios años la Mona dejó de ser un simple artista de cuarteto para convertirse, conducido por su hijo “Carli”, en una marca en sí mismo. “Universo Jiménez” (la productora de la familia) llegó a Mendoza con su propio merchandising con stand de productos exclusivos del cuartetero y hasta bebidas propias. Las barras del baile se “regaron” con litros y litros de “El Mandamás”, el vino en caja propio de la Mona Jiménez.
Volviendo al show. El ritmo fue frenético y los “jimeneros” no pararon de bailar una playlist repleta de hits. “Tinta China”, “Celosa”, “La Mona es un muchacho de barrio”, “Despierta corazón”, “0h…Señor”, “Escríbele una carta” calmaron la ansiedad de los fanáticos que comenzaron a ingresar al Aconcagua Arena a las 21.
“La Mona significa mucho en mi familia. Lo escuchamos desde siempre. Yo vine con mi hija y mi mamá”, contó Lorena (37). La vigencia de Jiménez en la escena cuartetera se podía ver en la amplitud etaria de los concurrentes que abarcó hasta tres generaciones.
Con “Ramito de Violetas”, el hit que nunca pasa de moda, el público se rindió a sus pies. Sin bajar el tono de euforia, el show avanzó con los temas “Nueve y media”, “Madre Soltera”, “La Huella”, “Porque te vas”, “Ruleta rusa”, “Goma de mascar”, “La Pupera” y “Jaque Mate” hasta llegar a una breve pausa de 20 minutos para descanso del artista.
“Hace muchos años que no venía a esta hermosa ciudad, extrañaba este calor de Mendoza. El mejor vino argentino es mendocino”, dijo El Carlos en medio de su tradicional intervención con el público, donde nombra los lugares presentes con su propio lenguaje de señas que solo entienden los moneros de alma.
“El León” abrió el segundo capítulo. Le siguieron “Luis”, “Si he sido infiel”, “El Federal”, “Seguí en carrera”, “El Marginal”, “Me mata”. Pasada las 3 de la madrugada y ya entrando en el ciclo final, Jiménez apareció con la camiseta de Argentina haciendo un guiño a la Scaloneta previo a la obtención del bicampeonato.
Antes de despedirse, interpretó tres hitazos que revolucionaron la pista del Aconcagua Arena: “Beso a Beso”, “Quien se tomó todo el vino” y “Solo Contigo”.
Carlos “La Mona” Jiménez demostró que es uno de los pocos artistas que ha logrado una comunión única con su público. La fidelidad de los moneros hacia su ídolo trasciende las banderas y los pilusos con la cara del cordobés. Cualquier extraño que vaya a un baile del Carlos quedará inmerso en un mundo de “tunga-tunga” con idioma y códigos propios que cautiva al instante.
Carlos, el ídolo de los mil apodos
Juan Carlos Jiménez Rufino es más conocido como “La Mona” pero no es su único apodo. Más allá de los eufemismos para nombrarlo como ”El Carlos”, “el Rey del cuarteto”, “el Monkey”, “el señor mayor” hay algunos más originales y llamativos.
Seguramente es muy difícil encontrar un argentino que no sepa quién es “La Mona” pero tal vez fuera de Córdoba o del ambiente cuartetero menos responderán correctamente a la pregunta de quién es “El Mandamás”, “El Viejo Arruinador” o “Viejo roba sueldos”.
“El Mandamás” ganó relevancia cuando lanzó el vino que lleva ese nombre. Ese apodo, nació por su reinado en la escena de los bailes. Pero sin dudas el más llamativo es “El Viejo Arruinador”, que escuchado fuera de contexto suena a un agravio pero es justamente todo lo contrario,
“Le decimos viejo arruinador con cariño. Es porque cuando escuchamos sus temas nos da mucha sed de la peligrosa (se ríe) y algunas veces termina en descontrol”, explicó Matías (28) otro de los cordobeses presentes.
“El viejo arruinador también tiene que ver con lo económico o con las relaciones amorosas. Algunos, para seguir a la Mona o para ir a sus bailes gastaban de más y se iban de ‘gira’, lo que les traía problemas con sus parejas”, sumó el cordobés.