Juan Gualberto Godoy (1793-1864) fue una figura destacada en los años iniciales de nuestra vida independiente; nacido a fines del siglo XVIII, vivió intensamente el período de las luchas civiles, lo que motivó algunos episodios de su vida: su periodismo militante y sus varios exilios, que lo llevaron, por ejemplo, a Chile o a la provincia de Buenos Aires, donde se dice que “payó con Santos Vega” y lo derrotó (véase mi nota “Juan Gualberto Godoy: ¿un ‘precursor velado’?”. Los Andes, 5 de julio 2020).
En orden a justificar la mención de Juan Gualberto Godoy como “el primer poeta mendocino”, me referiré a una sección de sus “Poesías”, publicadas póstumamente en 1889: las denominadas “Poesías patrióticas y Guerreras”, que constituyen un grupo de nueve composiciones escritas en un amplio arco temporal (entre 1820 y 1857).
Los metros a que recurre el poeta para expresar el sentimiento patriótico son variados: dos sonetos endecasílabos con rima consonante; endecasílabos con rima consonante en series de diez o más versos; decasílabos, también con rima consonante, agrupados en estrofas de cuatro, de seis o diez líneas; dodecasílabos en estrofas de seis versos; también heptasílabos formando octavillas; finalmente, la combinación de endecasílabos y heptasílabos, en sucesión variable, pero siempre manteniendo la consonancia.
El soneto que inicia la sección está dedicados a la exaltación del temple lugareño, así en la guerra como en la paz: “Infatigable siempre el leal Cuyano / Empuña ya la espada, ya el arado;” (p. 381); el segundo celebra la enseña patria: “ese estandarte / Que nos abrió á [sic] la gloria ancho sendero” (p. 383); ambos están fechados a comienzos de la década de 1820, antes de que se enardecieran las pasiones políticas, de allí la ausencia del acento político que se advierte en las demás composiciones.
A modo de ejemplo, la siguiente, titulada “A los valientes vencedores de Angaco”, fechado en la provincia de San Juan en 1841, alude directamente a las guerras civiles y celebra el triunfo obtenido por el general unitario Mariano Acha, contra sus adversarios, presentados por Godoy con un esquema rítmico que remite claramente al Himno Nacional: “Ya los visteis cual fieros caribes / Con el crimen sus huellas marcar, / y los campos y aldeas talar, / Que lograron sus hordas rendir. / Ya los visteis al hierro homicida / Del rendido entregar la garganta / y do quiera su bárbara planta / El espanto y la muerte esparcir” (p.386).
El predominio de versos de arte mayor, largos, se explica por el tono solemne que es característico de la lírica conmemorativa, celebratoria, de acentos épicos, a que pertenecen estos poemas, entre los que destacan las tres composiciones dedicadas al hito inicial de la nacionalidad, tituladas: “El 25 de mayo 1849″; “El 25 de mayo de 1850″ y “El 25 de mayo de 1857″; las dos primeras fueron compuestas durante la estancia del poeta en Chile; la tercera no tiene indicación de lugar, pero es lógico suponer que fue escrita en la tierra natal, ya que luego de la sanción de la Constitución en 1853 y la Organización Nacional, el poeta había regresado definitivamente al país.
Efectivamente, la alusión a los años aciagos de las luchas civiles constituye, más que un trasfondo, el tópico inevitable: “Veinte años de barbarie se han echado / Sobre el pueblo argentino” (p. 408); ante esa realidad inexcusable Godoy añora “Este gran día, que otro tiempo fuera / Día de regocijos y contento […] / Un día de esperanzas y recuerdos, / Un día de amistad, en que proscriptos / Saludamos la patria desde lejos” (p. 405).
En consecuencia, lamenta el poeta la oscuridad que se ha cernido sobre las ideas revolucionarias y los hombres que las encarnaron; desfilan así por los versos los nombres de Belgrano, Moreno, San Martín, Castelli, Las Heras, Balcarce, Necochea… cuyas hazañas enaltece el verso, como representantes de un común sentir y actuar: “Capaces fuimos de ceñir la espada / y de blandir la lanza con denuedo, / Para triunfar lidiando en las batallas” (p. 408).
Se enumeran las glorias y los triunfos nacionales; el poeta recurre a la interrogación retórica para potenciar el apóstrofe a los contemporáneos, para movilizar su sentimiento y su acción: “¿Quién verá sin rubor los descendientes, / De aquellos que […] / A las huestes de Albión escarmentaron; / y que después valientes, / En este mismo día / La heroica frente alzaron; / y de la independencia / El primer estandarte enarbolaron?” (pp. 412-413).
La protesta contra la tiranía se hace explícita, del mismo modo que la posición política del poeta, que cita implícitamente la famosa afirmación sarmientina: “las ideas no se matan”; precisamente, la esperanza en la perduración de los antiguos ideales constituye la idea rectora que se explaya en tono profético: “y el sol de Mayo / Su luz derramará sobre aquel pueblo / En República grande constituido, / Donde la libertad tenga su asiento” (p. 409).
La conmemoración del año 1857 comienza en tono exultante, en clara intertexualidad con nuestro Himno Nacional: “Alegres mil voces sonoras entonan / El Oíd mortales y al mundo pregonan / Que el voto del pueblo siempre es libertad; / y todos repiten aquel juramento, / De morir con gloria, si llega el momento / Que caiga del trono la noble igualdad” (p. 417). Pero, extrañamente, sobreviene la descripción de la tiranía, con tonos tan sombríos como los de los poemas anteriores: “Resagos [sic] funestos, que el tiempo pasado, / De oprobio y afrenta en pos ha dejado, / Su influencia ominosa ejercen aún” (p. 418).
En esos momentos gobernaba en Mendoza Juan Cornelio Moyano, de ideas federales, y responsable del cierre del periódico La Constitución, creado en 1855 por Manuel José Olascoaga y el propio Godoy, por sus ataques al gobierno. También dictó Moyano una ley que limitaba la libertad de imprenta, ya que exigía una fianza y el establecimiento de un impresor registrado, quien debía responder ante cualquier acusación contra la publicación.
Los delitos de imprenta incluían, por un lado, los atentados contra el orden público (incitación a la sublevación o a la desobediencia) y, por otro, ataques a personas particulares, a funcionarios “en su carácter privado” o en su desempeño público; es decir, injurias y calumnias (Ahumada, 1860, p. 362). Quizás sea la causa de las exclamaciones airadas del autor, que denuncia un estado de cosas no modificado aún: “Pasiones horribles, mezquinos provechos, / De tristes rencores hincharon los pechos, / y el crimen su fruto funesto nos dio, / Las leyes callaron, surgió la discordia” (p.420). Y la exhortación final: “En día tan grande, en día tan fausto, / Jurad para siempre hacerlos cesar” (p. 421).
De estos poemas, como de todas sus acciones, emerge siempre la figura insoslayable de este batallador por la libertad que fue Juan Gualberto Godoy.