Si observamos el ambiente cultural mendocino de la primera mitad del siglo XX, nos llama la atención el intenso intercambio epistolar que se registra entre nuestros escritores y sus colegas de distintos puntos del país. También es muy fluida la comunicación entre los residentes en los dos principales polos culturales de nuestra provincia, vale decir, entre los intelectuales afincados en la ciudad de Mendoza y los sanrafaelinos. Aunados ambos grupos, por ejemplo, emprendieron en la década del 40 la fundación de una filial de SADE (Sociedad Argentina de Escritores) que tuvo a Alfredo Bufano, instalado en el departamento sureño, como su primer presidente efectivo (luego de una breve gestión inicial de Ricardo Tudela).
Este proyecto conjunto dio lugar a una sostenida correspondencia entre varios de los participantes, principalmente entre el electo presidente –el sanrafaelino Bufano– y el capitalino secretario electo, Alejandro Santa María Conill. En forma paralela, se registra el flujo de cartas entre otros escritores, lo que nos permite conocer, de un modo vivo, íntimo, el movimiento intelectual de esas primeras décadas del siglo XX.
Precisamente, en 1935 se destacan las misivas intercambiadas por dos de estos activos hacedores culturales: Ricardo Tudela (189-1984, ensayista y poeta, uno de los iniciadores de la renovación vanguardista en nuestras letras, residente en Mendoza, aunque con fuertes vínculos con el departamento sureño) y ese personaje singular de la cultura sanrafaelina que fue Rafael Mauleón Castillo (1902-1969), fundador de las Brigadas Líricas, auténtico puente de cultura tendido desde Mendoza al mundo, entre otras varias empresas artísticas destacables, como la creación de un museo de artes plásticas.
Asomarnos a ese intercambio nos permite recortar una instantánea de nuestra vida cultural. Por ejemplo, en enero, Tudela escribe a Mauleón comunicándole la creación de la Asociación de Artes y Letras, Mendoza, antecesora de la SADE en cierto modo, en tanto entre sus fines figuran la “mutualidad” y el apoyo mutuo entre los creadores, además del fomento de la actividad artística en la provincia, a pesar de los que la carta tilda de “viejos búhos apagadores” que “hacen propaganda derrotista”.
Se alude asimismo en la carta a la fundación de Oeste; Boletín de poesía, revista cultural alentada por el propio Tudela (a la que la misiva alude como Gaceta del Oeste), de la que aparecieron dos números, entre 1935 y 1937. Acerca de esta publicación manifiesta Gloria Videla de Rivero en Revista culturales de Mendoza 1905-1997 que “si bien aparecieron pocos números, su concepción monográfica y su calidad literaria [el primer número estuvo dedicado íntegramente a Ramponi y el segundo contiene un ensayo lírico del propio Tudela, El hecho lírico] hacen de ellos un testimonio de consulta indispensable para el estudio de revistas estrictamente literarias” (2000, p. 46).
Además, señala “un despertar del interior del país” (Videla de Rivero, 2000, p. 46) y refleja el contacto de nuestros poetas con los escritores chilenos, que se pone de manifiesto en las frecuentes estadías de los mendocinos, Tudela de modo eminente, tras la cordillera y que derivó, entre otros hechos culturales, en el surgimiento en nuestra provincia de un movimiento vanguardista que no debe tanto a los martinfierristas porteños como a la lírica trasandina.
También se alude, en la correspondencia, a Mástil; Cartelera de los días que se vienen, publicación creada por Mauleón Castillo, de la que se publicaron cuatro números a lo largo de 1934. Lo efímero de su vida puede relacionarse quizás con lo manifestado por Tudela: “La falta de material se debe, en parte, por encontrarse la gente en Chile [se refiere a Corvetto, Santa María Conill, Setaro y Nacarato]. Creo que llegarán los primeros días de febrero”. Y la promesa que según parece no llegó a materializarse: “En cuanto lleguen les pediré cosas para la revista. Por mi parte, no obstante mis apuros, escribí anoche, robándome el sueño y pensando en usted, ese comentario bibliográfico sobre un fuerte libro chileno que he recibido […] Pienso escribirle, muy pronto, un trabajo aparte para ese número”. Y como cierre, la exhortación al colega que pasa por similares inquietudes: “luche, que la compensación será el mejor fruto” (carta de Tudela a Mauleón, del 28 de enero de 1935, escrita a máquina en papel con membrete de la Asociación de Artes y Letras).
La despedida pone de manifiesto el espíritu que reinaba en ese momento entre ambos interlocutores, embarcados en empresas editoriales tan dificultosas como lo eran en la época las publicaciones de revistas y boletines de poesía: “sepa desde ya que […] nos apoyaremos mutuamente anunciándonos respectivamente y estableciendo una solidaridad pública”. A continuación, Tudela estampa un cariñoso saludo y protestas de amistad (sigue la firma autógrafa].
En abril, Tudela vuelve a comunicarse con el sanrafaelino y reitera su relación con Chile, en función del reconocimiento que allí ha merecido su obra, lo que nos ilustra, de paso, sobre la proyección continental que tenía por entonces nuestra literatura: “Chile es mi gran tierra, querido Mauleón. En este viaje he comprendido como nunca cómo se me quiere allí y qué significado tiene mi nombre y mi obra en aquella magnífica república […] Y de paso he hecho otra constatación: que El inquilino de la soledad ha viajado por más tierras de las que cree su propio padre, lo que compromete a este para superar el valor estético y espiritual en un libro venidero”.
En función de esta confesión literaria, el tono se hace más confesional y nos permite asomarnos a la intimidad del proceso creador: “En mis horas de profunda desolación, cuando el destino parece encarnar la forma ecuménica y desgarrante de la tragedia, hierven en mi espíritu fuerzas terribles que me dicen que el libro grande está en mí. Pero la vida es sobradamente dura y la energía cuesta concentrarla”.
Sigue a continuación una definición del arte tal como lo entiende el escritor: “El arte es una muerte de lo mucho que podemos ‘comprendernos’ […] Y un arte sin ‘comprensión’ –sin vitalidad creadora– no es sino simple destreza expresiva, voluntad y deseo de lograrse… pero nada más que voluntad” (carta de Tudela a Mauleón, fechada el 25 de abril de 1935, escrita a máquina).
Testimonio de un momento cultural, de anhelos fundadores compartidos tanto como de la propia interioridad desgarrada del creador, asomarnos –siquiera fragmentariamente– a esa correspondencia entre dos de nuestros grandes escritores y hacedores culturales enriquece nuestro conocimiento y comprensión del devenir de las letras en nuestra tierra.