La magia está en el aire. El show de Les Luthiers en Mendoza es una carta de despedida que te atrapa desde el primer momento y no te suelta más. El público tampoco quiere soltar y se aferra a los aplausos, como si esa demostración de amor hiciera que se queden más tiempo sobre el escenario.
Con un Teatro Mendoza lleno y con explosiones genuinas de risas y aplausos, el elenco 2019 de esta agrupación, conformado por Carlos López Puccio, Jorge Maronna, Roberto Antier, Tomás Mayer-Wolf, Martín O’Connor y Horacio Tato Turano, cautivó a los mendocinos.
Un show limpio, impecable, ordenado en el que los nuevos textos de López Puccio y Maronna cobijan el espíritu de los grandes clásicos de Les Luthiers. En el espectáculo de Mendoza, los fanáticos fieles se hicieron sentir con fuerza cuando sonó el tarareo conceptual “Aria Agraria” y el vals geriátrico “Pasión Bucólica”.
Las actuaciones de Antier, O’Connor, Mayer-Wolf y Turano son magistrales. Hay algo en la voz de Martín O’Connor y en sus gestos que te hace erizar la piel. Por algunos segundos es como sentir la presencia de Marcos Mundstock y Daniel Rabinovich en él. Los dos juntos, sí. Tal vez sea esa necesidad de justificar su injustificable ausencia. La muerte es muy desubicada.
La entrevista a Johann Sebastian Mastropiero es el hilo conductor de este espectáculo que no es más que una máquina de largar gags humorísticos al mejor estilo “leslutheriece” si es que existe el término y si no, me arrojo a la tarea de crearlo. Mastropiero ha hecho cosas peores y es una personalidad ilustre de la música, ¿no?
Y la pregunta, justamente, es cómo un hombre como él ha llegado a mantener tan vigente su carrera por tantos años. Con textos sutiles, plagados de referencias históricas y culturales, el humor se pone sus mejores galas y se codea con la elegancias de las palabras bien usados, y un idioma bien tratado.
El texto le gana a la música, pero cuando ésta se hace presente en el escenario la gente la celebra. El primer aplauso genuino y estruendoso llegó cuando se metieron con política. No tengo pruebas, pero me animo a decir que el 85% de la sala pensó en el presente de la Argentina aunque, dada la atemporalidad de sus textos, podría referirse a cualquier época de nuestra historia.
Lo que sí noté es que esa atemporalidad textual se rompió al referirse a un tema tan actual y polémico como es el lenguaje inclusivo. Fiel a su estilo y tratado con toda la ironía posible, Les Luthiers logró mofarse de un tema que dividió aguas. El público en general (y generala) celebró las ocurrencias.
Admiro, aplaudo y vuelvo a destacar las actuaciones de “los nuevos”. Antier, Mayer-Wolf y Turano son maravillosos, pero, en lo personal, quedé encantada con el trabajo de Martín O’Connor. Heredero de un linaje de actores y actrices de renombre, está en Les Luthiers desde el 2012. Me siento tentada a poner que ocupó el lugar de Daniel Rabinovich después de su muerte, pero no. Tampoco quiero poner que lo reemplazó porque hay personas que son irremplazables y éste sería un caso.
Martín O’Connor copó la escena. Es hipnótico y se ganó su propio lugar. Tal vez por haber compartido escenario y algunos años con los maestros que ya no están es que tiene esa magia en la mirada. Eso que hace extrañarlos un poco menos.
Y como no podía ser de otra manera, los instrumentos de Les Luthiers dicen presente en el escenario. Grandes protagonistas en la historia del conjunto, como el órgano a pistones, la manguelódica pneumática y el Nomeolbidet, y otros más nuevos, como el percuchero, la percusilla, el tamburetee, hacen su aparición triunfal y se llevan el cálido aplauso del público. Mención aparte para el bolarmonio, clásico de clásicos, y con el que a más de uno se le puede piantar un lagrimón.
Duele saber que es un show despedida, pero el placer de verlos sobre el escenario disipa cualquier nube de tristeza o nostalgia. Les Luthiers es historia y legado. Gracias al registro audiovisual pasará de generación a generación. Sí, lo sé, no es lo mismo. Pero creo que la magia del relato, de buscar la risa cómplice y compartir un “ehh, te acordás de esto” o un “mirá esto que te va a hacer reír” es un gran acto de amor, porque, creo, que hacer reír es dar amor.
Les Luthiers celebra 55 años de dar amor incondicionalmente diciendo chau. El mundo los despide con aplausos de pie y cariño. Ya pasaron por Europa y ahora por Argentina. Mendoza les dice gracias.
Y si te quedaste con ganas de verlos, este sábado se agregó una nueva función a las 19 horas. Quedan muy pocos lugares, así que te aconsejo que corras al sitio EntradaWeb y te asegures un lugar para este espectáculo tan glorioso como los villancicos de Mastropiero.