“Soy común, ni mejor, ni peor ni distinto. Soy afortunado porque trabajo de lo que quiero, trabajo de lo que estudié, no tengo que andar buscando laburo de otra cosa, en un país donde las posibilidades no están a la orden del día. Soy tan simple como eso”, dice al teléfono Luciano Castro desde su casa, luego de hacer las compras en la mañana.
Aunque comienza el día muy temprano, con un entrenamiento riguroso que lo sostiene a diario, a los 47 años, el actor transita diferentes proyectos, que le dan la posibilidad de mostrar sus inquietudes en la actuación y la gestión.
Es así que después del éxito de la obra “Desnudos”, que protagonizó junto a su ex pareja Sabrina Rojas, Castro vuelve al teatro de la mano del productor Javier Faroni con “El divorcio”. Se trata de otra comedia escrita y dirigida por Nelson Valente, que protagoniza junto a Natalie Pérez, Pablo Rago y Carla Conte.
Con este proyecto, la experiencia será diferente. Primero se estrenará en Rosario, luego en nuestra provincia el 28, 29 y 30 de octubre, en el teatro Mendoza. Después Montevideo, para luego comenzar la temporada de verano en Mar del Plata, donde será quizás la favorita.
“La idea es estrenar afuera de Buenos Aires, salir a las provincias, que es un público distinto, porque no te regalan nada. Y la idea fue esa: ir a Rosario, Mendoza, Neuquén, Montevideo y, cuando llegamos a Mar del Plata, llegamos curtidos”.
-¿Cómo surgió este nuevo proyecto teatral?
-Gonza (Heredia) y yo somos los productores artísticos de “Desnudos”. Yo soy como un gestor, con este grupo con Gonza y Mey (Scápola). Lo más difícil en nuestro trabajo es generar un nombre propio y, como lo tenemos, eso lo usamos para generar un producto. Javier confió en nosotros, nos dio la derecha en “Desnudos” y sucedió que era un proyecto que actuamos entre amigos, y eso no es común. Y de esa buena experiencia llegó “El divorcio”.
-Este rol de gestor es lo que hoy te motiva en tu trabajo, sin esperar que suene el teléfono con una propuesta.
-Es la idea, yo quiero estar en la cocina. Me encanta estar en el proceso, no le bajo o subo el pulgar a nadie, pero sí busco el debate y la visión de equipo. En el caso de “El divorcio”, Faroni confía en mí y me da la potestad en lo artístico. Yo no decido, primero pasa por el productor y el director. Es su obra, él hace la puesta y la dirige.
-Y ahora volvés a trabajar con Natalie Pérez.
-Sí, y eso es genial. En este caso con Javier, el director y yo comenzamos a ver el tema del elenco. Igual considero que la mejor forma de trabajar es en equipo. Claro que hay diferencias, pero hay un objetivo común que es la obra. Entonces cuando se aúnan criterios y coinciden empezamos a buscar la otra pareja. No es fácil armar un elenco, porque tenés cuarenta nombres, pero no todos pueden.
-Hace poco estrenaste “El buen retiro” (Flow), ¿lo considerás una oportunidad diferente a los trabajos que venías haciendo en ficción?
-Ese es otro proyecto que lo armamos con Mey y Pedro, el director. Aunamos criterios y comenzamos a trabajar, y estar en la cocina me da una tranquilidad enorme. Porque sé qué hay para comer, me coloca en el lugar que merezco, porque después de 28 años de trabajo es medio difícil esperar a que te llamen para laburar, te da ansiedad. Todo se acaba. Entonces tengo que moverme, no puedo esperar a que me llamen... Si sucede, mejor. Pero se dio que estaba haciendo “Desnudos”, surgió “El buen retiro” y terminé haciendo “El primero de nosotros”. Es una locura donde me manejo bastante cómodo.
-Y hay una dosis de confianza en uno mismo, por la experiencia.
-Yo creo en mis ideas y mi criterio, pero sé que muchas veces no tengo cómo volcarlo a un papel, porque no sé armar un guion. Muchas veces no sé cómo expresar esa idea, porque tengo un vocabulario escueto. Pero no me muevo sin preguntar al equipo, que es Mey, Gonza y Rafael Ferro si me da pelota (ríe). Pero por una cuestión de seguridad también, de sentirme más tranquilo.
Un tipo común que se viste de galán
Terrenal, Luciano Castro no disimula su simpatía y su carisma. Al margen que la belleza siempre lo acompañó y se ganó su lugar como uno de los actores más atractivos de la televisión argentina, hoy tiene en su derrotero varios éxitos como “Valientes”, “Sos mi hombre”, “100 días para enamorarse” o su última tira, “El primero de nosotros”. Pese a todo, desmitifica la vida de estrella que muchos creen que vive.
Padre de Mateo de 20 años y de los hijos que tiene junto a Sabrina Rojas, Esperanza y Fausto, Castro disfruta de su paternidad de una manera sincera y sin exigencias. Además, desde hace un año está en pareja junto a la bailarina y conductora Flor Vigna, cuya relación sorprendió en un comienzo y hoy se consolida.
“Es mucho más fácil pensar que tenemos una vida hollywoodense, cuando no es así. Pero mejor tener la fantasía viva, que la realidad que es dura (ríe). Sería vivir engañado, no importa. Conceptualmente creo que hacemos lo que hay que hacer y no lo que queremos hacer. Nos sucede lo mismo que a todos, pero de nuestro lado se ve diferente. Justamente hablaba con un colega de los éxitos y fracasos. Y seguramente tenés más fracasos que éxitos, pero uno chapea con los éxitos. Mientras que lo podamos vivir así la pasás bien, sino la pasamos mal”.
-No te molesta el mote de galán.
-¡No! Es hermoso. Ya estoy grande y quiero seguir siendo bonito (ríe). Con lo que cuesta ser galán, porque todos creen que ser galán es fácil y no duran ni dos minutos. Pocos se bancan hacer una tira entera de galán. Que a mí no me quiten ese mote de galán. Es difícil quedar en la retina de la gente como un galán, pero la lista de actores que llegaron a ese lugar en la ficción son pocos. Tengo la suerte y la capacidad de mostrar que puedo hacer otras cosas, las puedo hacer bien o mal, o gustar o no. Puedo hacer una comedia en el teatro, una serie... A mí me copa actuar, no lo intelectualizo. Y ese mote de galán me lo gané. Además ya estoy viejo, pero no es fácil. Yo esperaba que Echarri o Facundo Arana se resfriaran y me dejaran llegar a ese lugar. Después estaba al lado mío Mariano Martínez, que siempre fue un galán, y luego Gonzalo, y no aparecieron muchos más...
-Todos creen que no hay sacrificio para mantenerse, pero vos tenés una rutina exigente.
-Igual eso es personal, porque yo vengo de una familia de docentes y boxeadores, entonces mi padre (que nadó toda su vida y también boxeó) me formó con ese espíritu y aprendí un poco a la fuerza. Se estilaba no demostrar ternura y cariño, sino exigirle al hijo. Pero hoy con casi 50 años levantarme, salir a correr a las 6 de la mañana y, a las 10 cuando todos están arrancando, yo estoy aburrido, para mí es genial.
-Lo que decís de la relación con tu papá, vos has dado vuelta la historia con tus hijos.
-Sí, no tengo nada que decirle a mi viejo, pero saqué lo mejor de él y también todo lo bueno de mi mamá. Y trato de darles lo mejor a mis hijos. Tengo miles de deudas pendientes, pero el tema es que te levantás todos los días y hay tres personas que dependen de vos y te sentís como invencible. Yo quiero pasarla bien con mis hijos, no buscar el conflicto. Creo que les pasa a todos los padres. Claro que hay preocupación y sufrimiento. Yo echo por tierra todos los tabúes, prejuicios... Tuve una crianza que hoy es totalmente “demodé” y tengo la oportunidad de demostrarles a mis hijos que todo cambió y eso es una bendición. Lo único bueno que hice fue tener hijos.
-Cuando conociste a Flor, ¿pensaste que podía funcionar y ya hace más de un año que están juntos?
-Cuando me acerqué a Flor fue con la intención de conocerla... Soy un hombre grande, no me acerqué para tener una aventura. Ella tal vez lo vio así al comienzo, pero espero que no (ríe). La única fórmula es compartir, ella a sus 28 años no tiene nada que ver con lo que yo viví a esa edad. No había redes sociales, celular, es otra cosa... Cada uno tiene su espacio, pero nuestro amor va de la mano de nuestros compromisos. Su agenda es vertiginosa, a veces está cansada. Y también le pasa lo mismo a ella, pasan tres o cuatro días y no nos vemos, pero porque estamos haciendo mil cosas. Está claro eso, no necesitamos nada empalagoso, por más de que los dos somos re cursis. Pero entendemos que estamos ocupados laburando y creo que esa es la clave.
“El divorcio”, una comedia que promete
La obra plantea una cena entre dos parejas de amigos, una de ellas – que viene de remontar la relación tras varios meses de separación – comparte con la otra los secretos de esta famosa “terapia” que utilizaron para lograr su reconciliación.
Todo indicaría que es un método de probada eficacia. El punto es que no todas las parejas son iguales. A partir de aquí se suceden un sinfín de situaciones con mucho humor.
El 28, 29 y 30 de octubre debuta en el teatro Mendoza. Las entradas están disponibles en Entradaweb.com.ar